A VELOCIDAD GAY:
¿Es cierto que los hombres homosexuales cisgénero caminan más rápido que los heterosexuales? Si bien no hay estudios serios sobre el tema, en internet existe una biblioteca de memes que respalda la teoría. Pero detrás de esta generalización, que engloba a las disidencias sexuales, hay vidas en riesgo solo por existir en público. Gays, lesbianas y una mujer transgénero hablan de privilegios y marginalización más allá de las risas y los reposteos.
x Nicolás Urquiza Zurich
Para hablarle a otra persona se necesita la articulación armónica de, al menos, 100 músculos. Una decena más para gritarle y aproximadamente 200 más para caminar y correr, los suficientes como para que el cerebro de Rodrigo Cuevas (35) apurara el paso al salir de su sala de clases en el colegio o al transitar por la localidad en la que creció.
Rodrigo tenía poco más de 12 años la primera vez que fue insultado por ser homosexual. Caminaba rápido por las calles de Licantén, comuna de la Región del Maule donde nació y fue criado, llevando de la mano a su hermano menor, Germán, para comprar pan para la once. El negocio al que iba siempre estaba a 5 cuadras y lo que en Google Maps aparece como un trayecto de 8 minutos a pie le tomaba solo 2.
‘¡Para, por favor! Que voy corriendo’, le suplicaba el pequeño intentando alcanzar el ritmo de su hermano, quien además de tener casi 10 años más que él parecía volar para esquivar a los transeúntes masculinos apiñados en las esquinas que lo miraban y se burlaban de su forma de ser. “Inconscientemente uno aprende a caminar rápido para protegerse, sobre todo porque nunca intenté aparentar ser heterosexual. Yo solo existía muy desde la inocencia de un niño pueblerino sin referentes de la cultura cola de la ciudad”, reflexiona.
Rodrigo comenzó a caminar rápido a temprana edad y la distancia entre sus pasos se volvió milimétrica por dos razones: para no ser visto “como una niña miedosa” (bajo las creencias heteronormativas de quienes se burlaban) y para esquivar los insultos y las manos de quienes lo denostaban a diario.
“Desde muy chique estás integrando a la construcción de tu identidad que ser de las disidencias está mal y que la zona más pública del espacio geográfico que habitas es peligrosa”, explica la psicóloga Bernardita Morales. Añade que, históricamente, las construcciones sociales de las identidades disidentes están alineadas con lo patológico a nivel psicológico y con lo marginal y demonizado en los discursos culturales, por lo que expresar cariño, la identidad de género y/o la orientación sexual en público podría ponerles en peligro.
Normalmente Bernardita camina por la calle como si fuera atrasada, pese a que se considera puntual. Sus rulos rebotan detrás de su nuca intentando alcanzar su paso veloz. Y, pese a que al caminar con su polola en la calle se siente un poco más segura, “sobre todo porque estamos acostumbradas a que nuestros círculos y núcleos sean disidentes”, su estado de alerta es instantáneo.
Caminar es una condición humana que toda persona puede hacer si es autovalente y no guarda relación con subjetividades ni categorías sociales, como la identidad de género o la orientación sexual. Sin embargo, existen muchos memes y conversaciones en internet que parecieran indicar que los hombres homosexuales cisgénero lo hacen más rápido que los heterosexuales.
Rodrigo se sentía identificado con ellos antes de esta entrevista. “Yo nací corriendo, pero hoy entiendo que es porque lo adopté como mi forma de protegerme de la burla por quién soy y que también al ser un hombre cisgénero tengo un privilegio para caminar en la calle con mayor tranquilidad”, explica.
En internet existe un estereotipo de hombre gay que puede descomponerse en los siguientes elementos: un café helado, un trasero levemente pronunciado, piernas fuertes y una velocidad descomunal al caminar al ritmo de canciones hyper pop y de pop dosmileras en sped up (con ritmo acelerado). Esto es lo que en las comunidades digitales de habla inglesa se conoce como gay walking y que se ha convertido en memes en las distintas redes sociales desde los tiempos de Facebook. La caminata homosexual (en español) tiene una mayor presencia en cuentas norteamericanas, pero hay un gran volumen de hombres latinos que la comparten con un ‘si soy’.
“La lógica de un meme es que funciona sobre una construcción estereotipada de la realidad y por eso la puedes viralizar y se vuelve medio incuestionable y un lugar de referencia común”, explica el psicólogo de la Universidad Alberto Hurtado, Pablo Astudillo. Para él, la cultura opera sobre la base de concepciones simbólicas a partir de las cuales las personas pueden reapropiarlas y construir sus realidades e identidades a través de ellas, “como en este caso un hombre gay cisgénero que sin ser Andrea Sacks (Anne Hathaway en El Diablo Viste a la Moda) se comporta como tal”.
La categoría socioeconómica también influye bastante en esta identificación, según explica el psicólogo. “Probablemente no sería tan fácil hacer la asociación del meme para otra clase social que no fuese media o alta y es ahí donde se complejiza la situación”, indica Pablo cuando explica que más allá de visibilizar una realidad para reflexionar sobre ella, estas parodias también reducen y simplifican las experiencias. “Cualquier persona que habite un barrio inseguro tendría que caminar rápido a su casa”, apunta, “Muy distinto al meme de ‘Yo camino aquí sintiéndome una reina’”. Esta narrativa, explica, es el tipo de experiencia más viralizable en redes sociales y tiene relación con organizar una identidad y develar algunas jerarquías sociales.
Para Pablo también hay un aspecto generacional que a él como hombre gay cisgénero de 44 años lo hace cuestionar la capacidad de generalizar a las disidencias a partir de este meme: los hombres menores que él, que también saben inglés y han accedido a bienes culturales como películas y canciones norteamericanas desde temprana edad, son quienes podrían glorificar o burlarse de esta situación porque fueron quienes crecieron con referentes culturales gays de forma masiva y transversal, pese a no ser aceptados a nivel social como sucede mayormente hoy.
En esa misma línea, la psicóloga de enfoque psicoanalítico Bernardita destaca que los memes son parte del lenguaje que les chiques utilizan más frecuentemente porque tienen una función que les permite distanciarse de un hecho traumático o angustiante y verlo como un factor para sentirse en comunidad y generar pertenencia. “Dejan de ser ‘mis traumas, mis chistes’ y pasa a ser colectivo”, refuerza.
Para ella también es importante destacar que el meme es más normalizado por personas adultas jóvenes que por les chiques, al ser generaciones que se están haciendo cargo de factores que las disidencias sexuales mayores no pudieron, como la seguridad en el espacio público. “Hoy es distinto porque progresivamente existe más visibilidad, referentes y representación en lugares de poder”, indica. Eso sí, es enfática al mencionar que esta realidad no es igual para todas las personas y los grupos que integran las disidencias.
Eso bien lo sabe Alexa Edisson (33), productora audiovisual, actriz, bailarina, activista social y madre de la Kiki House of Edisson. “Para el mundo gay cis puede ser una problemática también, pero muchas veces la abordan desde el ‘Me veo estupenda, hago runway y soy diva’. Weona, en ese caso yo soy la Erika Olivera porque no quiero que me maten”, sentencia Alexa Edisson. Ella vuela por la calle. Siempre con la frente en alto, pero a paso veloz. Dice que aprendió conductas que antes no tenía incorporadas. Mirar rápido hacia atrás para avanzar con más tranquilidad, pedir que la vayan a buscar al metro, avisar que llegó y esperar con el corazón en la mano el mensaje de sus compañeras diciendo que llegaron bien. “Tuve que empezar a entrenar mis sentidos al verme como un objeto peligroso para la sociedad”, afirma.
‘No te asustes si te paran los pacos’, le dijo un amigo a Alexa Edisson antes de irse caminando al centro de Temuco, en la región de La Araucanía. Ella obvió el comentario, tomó la micro, llegó a su destino y apenas puso un pie en la vía pública un carabinero la detuvo. La razón: control de identidad aleatorio. Sacó su carnet y el uniformado no creyó en la veracidad del documento cuando leyó ‘SEXO: F’, así que llamó a un compañero para corroborar la información. Llegó un tercero para salir de las dudas. Se rieron y la dejaron ir.
Un día antes, un amigo de su grupo había sido agredido con una cortapluma y todes con quienes se hospedaba fueron amenazades por un habitante que agitaba un hacha en su dirección, afirmando que le molestaban sus expresiones de género. “Siempre la carrera de nosotras las disidencias trans no binarias está marcada porque la calle es peligrosa y no sabemos si volveremos vivas a casa”, sostiene.
Para Alexa, el meme en cuestión no tiene una materialidad en lo glamoroso, sino que en la seguridad de las disidencias, sobre todo en las que están fuera de las zonas urbanizadas y de la capital. “Pese a todo, soy privilegiada por ser de Santiago porque la violencia contra las disidencias en regiones es extrema”, indica.
Años antes de ese hecho, en 2017, fue violentada en la esquina de su casa cuando regresaba de madrugada. Dos hombres cisgénero la atacaron y le quebraron la cara en tres partes mientras la insultaban por ser disidencia sexogenérica. “No camino de la misma forma desde entonces”, afirma. No fue asesinada, como indica que sucede en la mayoría de estos ataques de odio, por lo que, además de ser parte de un reducido porcentaje de sobrevivientes de las disidencias, vive con una carga al salir a la calle pensando que podrían matarla.
Han pasado siete años y el miedo persiste y su paso sigue siendo veloz al caminar y enfrentarse a las miradas de incredulidad o disgusto de quienes la ven y no reconocen su identidad de género, las cuales la ponen en estado de alerta. “Yo no soy una persona cispassing (persona trans identificada con determinada expresión de género se percibe socialmente como tal) y tampoco lo busco”, sostiene.
Cuando Alexa menciona este concepto lo hace con conocimiento de causa. “Fui un hombre gay”, indica, “Tuve mis privilegios y al momento de transitar hacia una mujer trans perdí todo. Entonces, ¿crees que me va a dar risa ese meme? No”.
“Nosotras no tenemos meme, sino que carteles de compañeras desaparecidas o asesinadas”, sostiene la periodista Erika Montecinos (50) cuando habla de Nicole Saavedra, mujer lesbiana quien fue secuestrada y asesinada en 2016, y de Mónica Briones, el primer caso documentado en Chile de un ataque lesbo odiante. “Se romantiza el privilegio y en nuestro caso hay tantos antecedentes de ataques que claramente hay que tenemos que estar más alerta en el espacio público”, argumenta .
Cuando Erika se candidateó como diputada de Conchalí en 2021 ya tenía mucho recorrido a paso disidente en su cuerpo. Había creado la primera revista cultural lésbica en Chile en 2008, fundado la Agrupación Lésbica Rompiendo el Silencio en 2009 y luchado por iniciativas legislativas pro disidencias junto a sus compañeras, como los derechos de filiación para madres lesbianas, llegando a golpear puertas al Congreso. Sin embargo, todos esos logros no la hacían dejar de ser objeto de insultos por su orientación sexual visible ni de sentir miedo al transitar por el espacio público.
Su equipo de comunicaciones le había sugerido no escribir que era lesbiana en sus panfletos, para así evitar exponerse a un ataque de lesbo odio. “Yo decía que mi comunidad esperaba que yo no me escondiera y no lo hice”, afirma. Sin embargo, cuando caminaba por las calles de Conchalí repartiendo flyers le gritaban “enferma” y “ahí va la candidata tortillera”. Dice que no tuvo miedo, pero la escena hizo que su cuerpo se estremeciera al recordar cuando con 15 años caminaba junto a su madre y un hombre trotando la tocó sin su consentimiento. “Todas esas violencias se te van quedando en el cuerpo”, sostiene.
Aún hay momentos en los que a Erika le da pavor demostrar afecto en público o que su orientación sexual fuera percibida por temor a ser violentada. Alexa comparte su sentir. Está en una relación sexo afectiva por primera vez en cinco años y él acostumbra darle la mano o un beso cuando caminan. Para ella era una fantasía con la que siempre soñó, pero bastaron un par de interacciones cariñosas para que la sensación de peligro apareciera, “entonces comencé a vivir con pensamientos que quizás no van a pasar, pero que sé que podrían si nos ven como pareja”, apunta.
En ese contexto, para Erika y Alexa la malrepresentación y falta de representación de las disidencias que no son hombres gay cisgénero a nivel cultural tiene un rol importante en esta marginalización. Para la periodista las referencias lésbicas en la cultura son invisibilizadas, sexualizadas o demonizadas, mientras que para la productora audiovisual y madre de la Kiki House of Edisson las personas trans no binarias han sido mostradas como monstruos, prostitutas, personas sin derecho a amor y villanas. “Ese impacto dejó una carga muy grande en tener que lavar esa imagen para que nosotras pudiéramos no correr un peligro”, argumenta Alexa.
Alexa termina su café y se alista para irse a casa. En menos de 12 horas tiene que ir a grabar una película en la que es uno de los personajes principales. Antes de salir a tomar micro se aclara la garganta y enfatiza: “creo que la conversación constructiva está en el entorno en el que se comparte el meme. Si lo hacemos en un grupo y nadie puede entender o hacer visible esta problemática sin quedar como el atadoso ahí sí hay un problema porque al no hablarlo te vuelves cómplice y perpetúas un estereotipo que tal vez no te representa”.