Un controversial informe publicado en Inglaterra derivó en el cuestionamiento del uso de bloqueadores puberales en juventudes trans y la paralización de programas en algunos países del mundo. En Chile, el Ministerio de Salud convocó una Comisión de Expertas para conocer las dimensiones de los programas de acompañamiento afirmativo. Mientras el debate escala y organizaciones trans responden a recientes reportajes por ser estigmatizadores y patologizantes, padres, madres, médicos y activistas defienden la importancia de contar con apoyo estatal. Pero poco se les pregunta sobre esto a quienes viven el proceso de transición siendo adolescentes. Ahora les toca hablar a ellxs.
x Nicolás Urquiza Zurich
* Los nombres de las y los adolescentes, así como los de sus madres y padres, fueron dejados solo con su inicial y cambiados, respectivamente, para proteger su identidad.
D. (15) y N. (14) no se conocen, pero sus historias personales convergen en algunas vivencias. Hasta antes de la pandemia estaban acostumbrados a vivir con incomodidad, evadiendo espejos y con una sensación de sofoco que, muchas veces, les impedía dormir y socializar. También tienen en común el afán por estar informados y usar internet para investigar sobre sus experiencias. Fue así como ambos dieron con testimonios de personas que no estaban conformes con sus géneros asignados al nacer. En ese momento, uno en Santa Cruz y el otro en Santiago, respiraron con alivio por primera vez en años.
En Chile, el Estado reconoce los casos de adolescentes como los de D. y N. y los ampara bajo la Ley 21.120 de Identidad de Género, publicada en diciembre de 2018 y regida por seis principios fundamentales, en los cuales incluye la no patologización de personas transgénero, la autonomía progresiva de niñas, niños y adolescentes (NNA) en relación al tema identitario, el interés superior de las niñeces, la dignidad al trato, la no discriminación arbitraria y la confidencialidad.
D. y N. no conocían la Ley y en 2020 solo se regían por las normas sociales sobre las disidencias sexuales que aprendían en sus entornos. Pese a ello, y a los episodios de maltrato escolar e incluso familiar fuera de su núcleo, se armaron de valor para contarles a sus madres, quienes decidieron apoyarlos, instruirse y, sobre todo, acompañarlos en su exploración.
Sin embargo, el panorama actual resulta desfavorable para familias como las de D. y N. La reapertura del debate en el país, provocada por el Informe Cass —elaborado por un equipo dirigido por la pediatra inglesa Hillary Cass y encargado por el Servicio Nacional de Salud (NHS) de Inglaterra, debido a las largas listas de espera y la centralización de la atención a jóvenes trans en la clínica Tavistock de Londres— junto con los reportajes chilenos que cuestionan los procedimientos médicos en el país sin incluir testimonios de adolescentes transgénero, ha llevado a que algunos programas estatales de acompañamiento suspendan nuevos ingresos para revisar el estado de la evidencia científica disponible.
El psicólogo y Doctor en Estudios de Género de la Universidad de Londres, Tomás Ojeda, aclara que el Informe, que entrega recomendaciones para revisar la normativa sanitaria inglesa con respecto a la administración de bloqueadores puberales y hormonas cruzadas en adolescentes, “viene de un país que tiene una historia, una cultura, elementos de orden político que son distintos al nuestro, no fue publicado en una revista científica ni sometido a revisiones de pares, por lo que no tiene el mismo estatus de un artículo científico”.
“Además, no genera nueva evidencia, sino que evalúa la que ya existe y el NHS elige, por una idea de neutralidad e independencia cuestionable, encargarle este proceso a una persona que no tiene experiencia en el campo de la salud trans y que no conoce la complejidad de este trabajo”, enfatiza.
Actualmente, en Chile existen dos caminos para acompañar a infancias y adolescencias trans y de género no conforme en sus procesos de descubrimiento identitario: el privado, que incluye consultas psicológicas, psiquiátricas y endocrinológicas particulares, y el público, a través del Programa de Acompañamiento a la Identidad de Género de Niñas, Niños y Adolescentes (PAIG) del Ministerio de Salud (MINSAL), del Programa Crece con Orgullo de la misma cartera junto al Ministerio de Desarrollo Social y Familia y/o con distintas fundaciones.
Particularmente, el PAIG funciona con duplas psicosociales compuestas por profesionales de la psicología y de trabajo social, quienes reciben a NNA desde los tres años, junto a sus madres, padres o tutores legales, para acompañar y evaluar sus procesos de exploración identitaria.
Andy Contreras es médico general, pediatra y endocrinólogo, y desde 2019 se ha dedicado a tratar a adolescentes en temáticas transgénero en el Hospital Carlos Van Buren, pionero en la temática a nivel nacional. Dice que, en Chile, la dupla psicosocial no tienen la facultad para indicar tratamientos hormonales, “ni siquiera para derivar a un médico porque las interconsultas médicas son entre médicos”, y afirma que “la única derivación que pueden hacer es a psiquiatría”.
Son estos profesionales quienes, después de un extenso periodo de evaluación (de hasta un año), pueden sugerir una consulta endocrinológica para conocer las opciones a seguir en su transición, como los bloqueadores puberales y procedimientos de hormonas cruzadas. “No hay experimentación con adolescentes ni infancias como lo quieren hacer creer, sino que es mediante la recomendación de la evidencia disponible hoy en día, que es la mejor que existe”, asegura el médico.
Los bloqueadores puberales son utilizados en NNA para detener el desarrollo de caracteres sexuales secundarios, como el crecimiento mamario, el desarrollo de los testículos, la producción de hormonas y la aparición de vello púbico, por ejemplo. “Además, permite que el adolescente cuente con un tiempo de espera para explorarse y te permite acompañarlo con una terapia de salud mental para saber si esto efectivamente es una identidad de género diverso o es parte de la exploración en la búsqueda de su identidad”, detalla Contreras.
Por otra parte, las hormonas cruzadas, que solo pueden ser administradas desde los dieciséis años, permiten el desarrollo de la pubertad de las y los adolescentes con el género que se identifican. Ambos procedimientos requieren el consentimiento firmado de madres, padres o tutores legales si se trata de transiciones de género. “Tengo que estar seguro de que ese es su tutor legal (…) y me tienen que firmar los dos padres, no voy a obligar a los papás porque tengo niños sanos y no los puedo enfermar creando una disrupción familiar más fuerte”, indica Andy.
En esa misma línea, el investigador Tomás Ojeda añade que, “se habla de que un niño de tres años es igual a uno de doce o diecisiete y la verdad es que las prácticas afirmativas de género que involucran tratamientos médicos como el uso de bloqueadores o de hormonas cruzadas se utilizan exclusivamente en adolescentes”. Cabe destacar que la adolescencia, para el sistema de salud pública chileno utiliza la misma definición que la Organización Mundial de la Salud (OMS): desde los diez años. “Los únicos niños que ocupan bloqueadores son los cisgénero por casos de pubertad precoz, empleados en Chile y en el mundo desde hace más de 40 años”, agrega.
Esto también lo refuerza la Sociedad Chilena de Pediatría (SOCHIPE) en su comunicado de junio de este año, agregando que “existe amplia evidencia científica que los avala en eficiencia y seguridad”.
Pese a ello, los debates recientes derivaron en que el MINSAL, a través de su Circular N°7, decidiera “diferir el inicio de nuevos tratamientos con bloqueadores de las gonadotropinas y terapia hormonal cruzada” hasta que publiquen los lineamientos técnicos de trabajo con adolescentes trans y de género diverso.
Según cifras entregadas por la ministra de Salud, Ximena Aguilera, durante la primera Comisión de Investigación de la Cámara de Diputadas y Diputados para abordar el tema, hay 1.962 adolescentes recibiendo acompañamiento en el PAIG, donde el 98% corresponde a mayores de 10 años, de los cuales 600 están en procedimientos de bloqueos puberales. Y fue enfática al decir que suministrarlos antes de una fase prepuberal puede alterar el desarrollo, por lo que “de ninguna manera se le están entregando hormonas por esta razón a niños de tres años”.
La cámara baja aprobó la creación del Comité de Expertas para “interpretar y dar cuenta de la mejor evidencia científica disponible para su implementación en Chile en lo referente a hormonoterapia en adolescentes asociada a disforia o incongruencia de género”. Así, se busca establecer lineamientos nacionales con los que regirse, pues hasta ahora se utilizan los internacionales, como el de la Endocrine Society y WPATH.
Sobre ello, la ministra Aguilera afirmó que “no todo lo que hacen los servicios de salud se hace con guías clínicas. De hecho, las guías clínicas empezaron con el AUGE (Plan de Acceso Universal a Garantías Explícitas)”. Asimismo, indicó que estos documentos están en constante desarrollo.
Pese a realizar todos los procedimientos necesarios, D. es uno de los adolescentes afectados por la decisión que tomó el MINSAL de diferir nuevos ingresos. Tenía exámenes endocrinológicos, psiquiátricos y psicológicos al día, además de contar con el apoyo de su tutora legal y madre, Andrea. “Si no se respetan las adolescencias, cómo esperan que seamos de adultos. En este momento, en el que nos cierran tantas puertas, nos dejan marcadas a muchas personas para el futuro en algo que ya nos cuesta vivir a diario”, sostiene.
E. (15) soñaba con tener una varita mágica que la hiciera despertar en un cuerpo socialmente aceptado como femenino. Se lo decía a su papá, Pedro, desde pequeña. Era 2011, “cuando el tema de infancia trans no existía como un concepto muy instalado en Chile”, dice su padre. En ese contexto, lo más cercano a la magia que vivió la pequeña fue cuando sus tutores la llevaron a ver a una bruja que pudiera explicar qué le sucedía, por qué decía que era una niña.
Para Pedro, lo que vivía E. era incomprensible y, junto a su esposa, pasaron por distintas fases: la burla, la correctiva, la culpa, la vergüenza y la frustración; todas enfrentadas a sus prejuicios y creencias. Acudieron a distintos especialistas de salud mental, donde “algunos nos dijeron ‘tráiganlo y yo se lo corrijo’”, medicina general e incluso a la Iglesia católica.
E. dice no recordar esa época, ya que tenía menos de cinco años, pero sí cuando le diagnosticaron disforia de género en una sesión psicológica. La Clínica Mayo de Estados Unidos la define como “la sensación de incomodidad o angustia que pueden sentir las personas cuya identidad de género difiere del sexo asignado al nacer o de las características físicas relacionadas con el sexo”. Cabe destacar que, según indican, no todas las personas transgénero y de identidad de género diversa presentan este sentir, afirmando que algunas “se sienten a gusto con su cuerpo, con o sin intervención médica”.
“Pero yo no tengo disforia”, explica E. La terapia la orientó para saber qué le estaba ocurriendo y afirmar su proceso. “En realidad nunca había tenido dudas, siempre me identifiqué como mujer”, cuenta. Aunque para sus papás todavía era algo difícil de procesar.
“Esto te obliga a hacer un acto de fe en el sentido de que es una declaración, un sentir profundo. Tienes a una persona que adoras que se va apagando y que te dice ‘soy alguien que tú no ves que soy’”, dice Pedro. Y sigue: “Esto no es un regalo. La fantasía de que los padres somos los primeros abanderados es una caricatura absurda y violenta. Si les dieras a elegir a las familias no escogerían esto porque su vida es más difícil en muchos aspectos, pero es algo que tienes que hacer, lo que te corresponde.”
Para Pedro, quien en 2016 cofundó una fundación para acompañar a familias en el camino de la transición, apoyar a su hija “no significa salir corriendo y hacer todas las cosas que te está diciendo, es poner atención, escuchar, tratar de entender qué la hace feliz y qué no. Dejar espacio a la prueba, permitir avances pero también estar abierto a los retrocesos y no presionar. ¿Cómo puedo objetar ese sentir?”.
Tras una serie de intentos fallidos llegaron a un especialista en salud mental que estaba dispuesto a acompañar a E. en su proceso de descubrimiento desde un enfoque afirmativo, que surge en la década de los 80 como una alternativa a la psicoterapia clásica, en paralelo a la despatologización de la homosexualidad en la comunidad científica mundial.
“Es una manera de reparar la violencia histórica de las disciplinas psi, en este caso de la psicología y la psiquiatría, para ofrecer un espacio que más bien afirma y apoya la búsqueda identitaria a través de distintas intervenciones que van desde acompañamientos de tipo social, comunitario, médico y legal”, explica el investigador Tomás Ojeda.
El profesional de la salud mental agrega que este enfoque respeta los tiempos de cada persona porque “las transiciones son únicas y, por lo mismo, requieren poder realizar un trabajo alineado en conjunto con la persona que consulta, las familias, sus grupos de apoyo y cuidadores”.
Hoy E. va en segundo medio y tiene un carnet acorde a su género. “Me despierto feliz todos los días, no como antes que además de incomodidad no me identificaba conmigo, mi nombre, mi género, y afectaba toda mi vida. Sentía todo el rato que vivía una mentira y era súper doloroso no poder expresarme. Y creo que sí, se tiene que empezar de a poco. Pero negarlo absolutamente no es la solución”, reflexiona.
Lorenza ‘Lola’ Quezada (33) está en medio del escenario. Un juego de luces parpadeantes llena la escena mientras ella declama un monólogo.
“No necesito rehabilitarme si no estamos enfermas. Nos tratan de anormales, de invertidos, de enfermos mentales (…) Nos han perseguido desde siempre, nos queman, nos internan en trabajos forzados separados del resto de la gente porque nos consideran escoria en este país. (…) ¿Cuántas más de nosotras tienen que morir para que reaccionemos?”
Se trata de la obra Yeguas Sueltas, que revive la primera protesta homosexual en Chile, realizada por adolescentes en 1973. “Ojalá yo hubiese tenido un programa de acompañamiento. Me hubiese sentido apañada en esa etapa de mi vida que es tan violenta”, cuenta Lorenza, activista y actriz transgénero.
Ella siempre supo que era mujer, pero durante su juventud no contaba con el acceso a la información que existe actualmente, por lo que conoció el concepto cuando era adulta. Su transición empezó cuando tenía 27 años. “No me gusta decir que perdí o desperdicié parte de mi vida, pero la hubiese aprovechado mejor”, sostiene.
N. (14) no conoce a Lola, pero ha visto sus publicaciones como vocera de Salud Trans Para Chile en redes sociales. Nació en Concepción, pero la mayor parte de su infancia y adolescencia se desarrolló en Santa Cruz, una comuna rural de la sexta región. Lleva dos años usando bloqueadores puberales. Siempre tuvo claro que no se identificaba con el género que le asignaron al nacer, pero le aterraba conversar del tema y que su familia religiosa lo repudiara. “Perdí amistades por esto”, dice al describir los intentos fallidos para hablarlo con sus compañeros de ese entonces.
Fue en la pandemia cuando decidió contarle a su madre, Paula, quien optó por apoyarlo y trasladarse a Santiago, esperando encontrar orientación y un mejor ambiente para él. Así, llegaron a la Asociación Organizando Trans Diversidades (OTD) y a Fundación Renaciendo, donde ella pudo instruirse y recibir la información para el proceso de acompañamiento afirmativo de su hijo.
Cuando Paula comenzó a notar que N. usaba ropa ancha y era infeliz con el desarrollo de caracteres sexuales secundarios, conoció el procedimiento de bloqueadores puberales. Ella lo compara con la búsqueda de apoyo en Santa Cruz y la diferencia es abismal. “Allá nos topamos con ofrecimientos de terapias de conversión. Y este proceso que N. decidió iniciar ha sido súper riguroso y cuidado”, cuenta.
“Nunca creí que estuviera enfermo por no sentirme como me decían que había nacido. Este año le he dicho a personas de mi colegio que soy trans y nunca se han alejado ni me han tratado diferente por eso”, relata.
En 2021, N. comenzó a realizarse exámenes médicos para medir los minerales de sus huesos y el desarrollo de su pubertad. “Y cada cierto tiempo, tres o seis meses, tenemos que ir haciendo otros para ver que, por ejemplo, la densidad ósea no se vea afectada”, explica.
“Me sentí muy bien la primera vez que no me llegó la regla y que me di cuenta que ya no me crecía nada de lo que no me gustaba de mi cuerpo”, cuenta sonriendo. Tanto N. como Paula recibieron la información completa sobre el procedimiento, desde el monitoreo hasta la posibilidad de pasar a hormonas cruzadas desde los dieciséis, si así lo desea él. Lo mismo pasó con los eventuales efectos secundarios que podrían aparecer por los procedimientos, como infertilidad y osteoporosis.
Sobre los bloqueadores puberales, el endocrinólogo Andy Contreras detalla que pueden disminuir la densidad ósea, “pero tú lo suplementas y cuando ingresan a la inducción puberal (hormonas cruzadas), mejora”. Asimismo, los fármacos podrían reducir el porcentaje potencial de fertilidad, pero “no te dejan infértil”, ya que bloquean la producción de hormonas de las gónadas biológicas (testículos y ovarios), y “no es un efecto como tal del medicamento”, indica.
N. es consciente de los eventuales efectos secundarios, ya que se lo comunicaron durante las consultas endocrinológicas. Al igual que E., quien señala: “Si tú me dices que al tomar estas pastillas que me ayudan a sentirme como yo quiero en este momento, pero que en 20 años más puedo llegar a tener una enfermedad, las voy a tomar igual porque en cualquier momento te puede pasar algo y esto es solo una probabilidad, mientras que ahora estoy siendo inmensamente feliz y me siento cómoda con mi cuerpo”.
En dos controvertidos reportajes de TVN y BioBio Chile, se utilizan testimonios de padres que afirman haber sido demandados por el equipo médico que atendió a sus familias cuando estos se negaron a seguir el proceso de acompañamiento, yendo en contra de lo que sus hijas o hijos querían.
Durante la primera sesión de la Comisión Investigadora de la cámara baja, la ministra Aguilera abordó la situación. “Con respecto a la judicialización que aquí se mencionaba varias veces (…) no tenemos antecedentes de que haya habido reclamos en las 1.900 familias (que integran el PAIG)”, aseguró.
En esa misma línea, el endocrinólogo del Hospital Van Buren de Valparaíso, Andy Contreras, explica que, al menos para él, es importante contar con el apoyo y consentimiento de las y los tutores legales de adolescentes.
“Tienen la autonomía progresiva a partir de los 14 años, pero no están solos, yo no saco a los papás”, sostiene, “Me ha pasado que tengo padres que están en contra, pero al ver cómo se trabaja durante el proceso, generalmente nos acompañan. No voy a obligar a nadie y tampoco los vamos a demandar porque son opciones personales. Si veo que el adolescente, sea trans o cisgénero, está expuesto a factores de riesgo o de maltrato, lo tengo que denunciar como médico”.
Las Recomendaciones para la implementación del Programa de Acompañamiento para Niños, Niñas y Adolescentes Trans y Género No Conforme de la Subsecretaría de Salud lo explicita así: “En caso de detección de señales de alerta o develación de vulneración de derecho, se deben implementar inmediatamente medidas de protección para él o la adolescente, y activar procedimiento de acompañamiento, denuncia o solicitud de medida de protección judicial, de acuerdo con protocolo del establecimiento de salud”.
Un hecho que reavivó el debate tiene relación con las cirugías genitales en adolescentes de Chile. Desde fundaciones hasta políticos advierten que es un peligro latente en el país. Sobre ello, la Médica Destacada 2023 del Colegio de Médicos, uróloga con subespecialidad en uroginecología y cirugía general trans de la Universidad de Nueva York, Melissa Cifuentes, es enfática al decir que “no se operan niños, niñas ni adolescentes, solo se hacen cirugías de modificación genital en personas adultas. Yo no atiendo a menores de edad y en ningún lugar se derivan personas menores de edad”.
Para la médica, el nivel del debate ha sido “técnicamente muy deficiente”. Añade que “la gente miente y utiliza afirmaciones que no tienen ninguna validez científica. Desinformar es súper peligroso porque en los programas de identidad hemos visto las consecuencias de esta angustia de niños, niñas y adolescentes trans y sus familias sintiéndose cuestionados, viendo su futuro incierto, viéndose inmiscuidas en este arrebato de declaraciones irresponsables que los ponen en situaciones más vulnerables de los que ya estaban”.
Los testimonios de personas adultas que han detransicionado y que están en contra del modelo afirmativo también han sido parte del reciente debate. “Mucha gente se aprovecha de discursos y experiencias de personas trans que no han sido tan buenas”, explica Lorenza ‘Lola’ Quezada, “y sí, pueden pasar; no hay que negarlas, pero hay que tener cuidado cuando se levantan discursos así porque pueden destruir un trabajo muy difícil de concretar”.
Algunos de estos discursos incorporan evidencia científica que afirma que el 80% de las personas que inician su transición social la dejan después de su pubertad. “Con esta cifra pretenden instalar que transicionar sería más bien una fase y que responde a una cuestión de orden sintomático, pero muchos de esos estudios utilizan una muestra de personas seleccionadas a partir de diagnósticos obsoletos, por lo que no necesariamente eran personas trans, sino personas con comportamientos de género no conforme”, explica el investigador Tomás Ojeda.
“La evidencia actual al respecto muestra, más bien, que quienes transitan socialmente a edades tempranas y reciben el apoyo de sus familias, continúan identificándose como trans en la adolescencia”, enfatiza el Doctor en Estudios de Género de la Universidad de Londres.
“Cuando hay personas que desisten (del acompañamiento) no significa que está mal”, explica Rodrigo Sierra, médico y psiquiatra infantojuvenil que dedicó gran parte de su carrera inicial al trabajo en el Programa Grupo Apoyo a Diversidad Sexual (GADi) de la Red UC.
“En los equipos especializados jamás hemos visto esta situación como una falla. Es todo lo contrario. Proveemos una atención donde las personas tienen cuestionamientos en torno al género y ofrecemos un espacio para que se aclare. Si eres una persona trans, perfecto, te apoyamos, y si la respuesta es contraria, también. No somos una unidad donde el prerrequisito es que seas una persona trans”, asegura Sierra.
Tras un año de exámenes psicológicos y endocrinológicos, a D. le informaron la opción de utilizar bloqueadores puberales para frenar el desarrollo de caracteres sexuales secundarios y darle tiempo para seguir explorando su identidad durante su transición. Sin embargo, con la paralización momentánea establecida por el MINSAL deberá esperar para comenzar con el procedimiento.
“Desde que inicié mi transición social a los trece no ha cambiado mi sentir y seguridad con mi identidad, de hecho se ha ido reafirmando al tener la aceptación social de mis amigos y familiares”, dice D. Sobre la paralización del programa y el temor que siente por el futuro de las políticas públicas en relación a su existencia, indica que “la estabilidad emocional depende tanto de la esperanza de cambiar y ser como uno quiere, que cuando adultos hablan sin escucharnos todo se derrumba automáticamente, sobre todo para quienes no cuentan con redes de apoyo”.
* Reportaje publicado el 14 de agosto de 2024.