La levantó el alcalde Tito Palestro en San Miguel cinco días después de que asumiera Salvador Allende y la robaron los militares cinco días después de acabar con el gobierno de la Unidad Popular. En su novela ‘Revolución’, que rescata hechos y datos verídicos, el periodista Juan Pablo Meneses se adentra en la historia del primer monumento al Che Guevara construido en el mundo. Del paradero 6 de Gran Avenida se la llevaron y nunca nadie la reclamó. Hasta ahora.
x Tomás García Álvarez
A la estatua la decapitaron en 1973. Un grupo de Patria y Libertad le voló la cabeza al Che meses antes del Golpe de Estado. Apareció veinte metros más allá de su plinto y los diarios de la época cubrieron la noticia. También lo hicieron tres años antes cuando el alcalde del Partido Socialista, Tito Palestro, descubrió el telón rojo e hizo aparecer frente a los ojos de las sanmiguelinas y sanmiguelinos el cuerpo del Che Guevara sosteniendo un fusil. Una deidad para el sur de Santiago. Un dios esculpido en cobre. Un Jesús latinoamericano a quien adorar.
El periodista Juan Pablo Meneses (55), autor de una serie de crónicas y novelas, se interesó por la historia que aún no encuentra un fin. Es un perseguidor, pero en este caso la historia lo persiguió a él. De probar con un artículo para el New York Times y luego dejar la investigación inconclusa para la BBC tras enfermarse de COVID-19, la canción ‘Hasta siempre, comandante’ lo encontró un día sentado en el Bar Nacional con su computador abierto “y entonces me dije: tengo que escribir”.
El impulso de cronista lo llevó a publicar Revolución (Tusquets) y también a presentar ante el Consejo de Monumentos Nacionales (CMN) la primera denuncia por desaparición de la obra construida por el escultor Praxíteles Vázquez en 1970. Nadie la había echado de menos después de que una tropa de militares la derribara y su paradero hasta el día de hoy es incierto.
“Yo creo que nunca llevé mi reporteo a una cosa tan radical como en Revolución (…) Acá el personaje se fue por la suya y termina haciendo una denuncia, entonces resulta que en ese momento me digo ‘yo quiero hacer lo mismo que él’”, cuenta el periodista.
La novela tiene como protagonistas a Juan y Celia, dos profesionales que trabajan en una serie documental sobre la historia y enigma que rodea el monumento al revolucionario argentino en San Miguel y que terminan convertidos en guevaristas por sus propias circunstancias.
Entramando la ficción con la realidad, Revolución constata la predominancia del Che Guevara en el mundo y lo hace también a partir de su propia contradicción: la figura política de adoración vs. el objeto de consumo internacional. Desde el plan secreto de Tito Palestro y la visita de Fidel Castro declamando a los pies de la obra de bronce, hasta la marca de hielos en Italia y las paletas de helado con el nombre de Guevara.
Hoy, instalado en México, Juan Pablo Meneses dice que “la crónica es un arma contra el olvido”, que “en Chile no hay verdades, hay versiones” y que en esta historia, como en otras, las investigaciones periodísticas y académicas quedan hasta ahí.
“Hay veces en las que nunca vamos a saber realmente lo que pasó, salvo que le agreguemos ficción para unir, no para inventar una cosa de la nada (…) No podemos dejar que ganen los tipos que nos están escondiendo la historia. Y te digo, la historia ni siquiera con mayúsculas, sino que con minúsculas, el cuento, el relato”, explica Meneses.
Has dicho también que los documentos oficiales, la historia oficial siempre es ficción. Está instalada esta idea de que depende de quién la escriba…
Sí, en ese sentido yo siento que el periodismo de investigación ha hecho mucho daño porque de repente dice “acá tenemos la verdad”, “tenemos un documento”, “encontramos el acta”. Yo encontré las actas municipales de cuando se hizo el monumento del Che y sé que esas actas estaban influenciadas por el propio alcalde Tito Palestro.
Se nos quiere instalar, y sobre todo con las historias que tienen que ver con la dictadura, que los documentos oficiales y las declaraciones son la verdad y eso no es así. Yo creo que estamos en el punto de empezar a sincerar que los titulares de los diarios, que los medios, hoy, y quizás más que nunca, están convertidos a la ficción. O sea, así como los documentos no son verdad, los medios tampoco lo son.
¿Por qué crees que ni a los socialistas, ni a los sanmiguelinos, ni a los propios artistas les ha interesado hablar de esta estatua?
En San Miguel había muchas casas que tenían altares del Che. Se pueden ver incluso en algunos videos. Tenía una penetración muy fuerte y cuando aparece en los medios que iban a levantar una estatua se genera todo un alboroto. Pero como dice uno de los personajes (en la novela), en muchos aspectos el Che fue como una borrachera revolucionaria. Ese camino que se proponía después nadie lo quiso continuar y a la hora de recuperarlo o de decir “mira lo que hicimos” es mejor olvidarlo.
Estoy en contra de que desaparezca una estatua y que después de tantos años de democracia a nadie se le haya ocurrido decir ‘Oye, pero es una obra de arte más o menos importante. ¿Cómo vamos a dejar que esto quede así?’
El Che como tal, como figura de admiración política, ideológica, parece desaparecer, pero su imagen de consumo persiste.
La figura del Che me importaba tomarla porque me interesa mucho Latinoamérica como un todo. Me cuesta separarlo por países, por mi propia trayectoria como cronista en varios lugares. El Che, en ese sentido, fue el primer latinoamericano global y su primera imagen de representación se levantó en Chile (…) Pero siento que hoy es una figura totalmente deslavada, nadie sabe quién es. Yo le pregunto a mis alumnos de la universidad y muchas veces no saben. Es como un adjetivo. Y este libro también juega con esa idea de que el revolucionario latinoamericano por excelencia en el fondo no es nada.
En el libro se cuenta el caso, porque siendo novela tiene mucha información real y concreta, de Gary Medel. Él se hace el tatuaje del Che y le preguntan quién es y responde “No sé, me gustó el tatuaje”.
Durante el último tiempo, y particularmente en el estallido social, surgieron críticas a los monumentos y las estatuas. El general Baquedano ya no está en la plaza, ¿qué piensas de estas figuras de heroísmo o idolatría?
Hay un tema y es que pensamos que el monumento nos da una suerte de inmortalidad. Y en ese sentido me interesaba rescatarlo (al Che) porque claro, imagínate que desaparezca ese Baquedano y en 50 años más nadie lo haya reclamado, a nadie le haya importado, haya desaparecido.
Las estatuas también dan cuenta de una época y de lo que nos está pasando. O sea, no es casual que una de las últimas estatuas que se levantó en Chile con prensa, con portadas en los diarios, con fotos y anuncios haya sido una a Daddy Yankee.
¿Te volviste guevarista como tu protagonista?
Lo que pasa es que en el libro se habla de un guevarismo que está totalmente despolitizado y llevado a la iconografía. En ese sentido, hacer un libro que tenga mi nombre, que al lado esté la cara del Che y que esté en tantas librerías irremediablemente me convierte en un, podríamos decir, neoguevarista. Además, en este libro se muestra que mucha gente fue guevarista, pero de verdad. Enrique Linh, el poeta chileno, por ejemplo. Todo el mundo cercano a él se ha empeñado en esconder su pasado guevarista.
¿En qué está la denuncia por la desaparición de la estatua?
Hay que esperar qué es lo que dice la Municipalidad de San Miguel, que se ha pasado del tiempo que tenía para responder. Yo tendría que ir e insistir y no he estado de ánimo para hacerlo, pero sigo en esa búsqueda. Y, de hecho, hay un museo en Francia que está interesado en llevársela si es que acá no la quiere nadie y aparece.
¿Qué fue lo último que hiciste que produjo un efecto?
He sentido con esta novela, con la literatura-crónica, que mucha gente joven está con ganas de contar historias y hacer narrativas escapando del deber ser. No digo que es algo que he generado yo ni mucho menos, pero es algo a lo que le pongo atención. Ahora, en mi vida personal es que se me ocurrió tener hijos después de los 50 años. Esa ha sido otra revolución (se ríe).