MAMÁ, NO DEJO DE BUSCARTE

Claudia Cantillana, cantautora y vocalista de la banda Bere, fue encontrada en una casa de cuidadores. Tenía pocos meses de vida luego ser robada de los brazos de su madre a mediados de los años ochenta, durante la dictadura de Augusto Pinochet. Con 18 años decidió buscarla, pero no fue hasta 2024 que le dieron algunos detalles. Hoy, en el Día de la Madre, le escribe esta carta a ella, esperando que en algún lugar pueda leerla; y para ver si después de años puede encontrarla. 

x Claudia Cantillana 

Querida mamá, madre no compareciente, mamita,

Todavía te busco. Trato de imaginar tu silueta, tu pelo, tu sonrisa, tus abrazos, pero no puedo. Aunque algunas mañanas te siento cerca y creo verte en mi reflejo, en el color que tiñe mis ojos claros y que heredó mi primogénito y tu nieto. ¿Será él tu primer nieto? Hay días en que me lo pregunto. ¿Te gustaría conocerlo? ¿Y a su hermano y mi hijo menor?

Esta no es la primera vez que te hablo, pero sí que te escribo directamente; sin remitente, solo con la determinación bañada de fe para que donde sea que estés, me leas, me busques también. Hay momentos como hoy, el Día de la Madre, que arde y duele en lo más profundo de mi ser, en los que me encomiendo a ti, enciendo una vela o te pido ayuda en voz alta. No ha sido fácil y no escapo del dolor, lo hago mío porque es algo nuestro, quizá lo más visceral que compartimos.

Supe de ti cerca de mis ocho años, cuando corrí a la pieza de mi madre y padre para decirles que había decidido qué pedirle al Viejo Pascuero: un hermanito. “No podemos”, me contestaron. La biología de ambxs truncó mis sueños. Luego me explicaron que me habían adoptado hace unos años, pero el tema quedó ahí. Al menos hasta que cumplí 18. Nunca tuve ganas de buscarte antes; no tanto por desinterés, sino más bien porque en mi interior nada nos conectaba

Pero cuando tuve la mayoría de edad y mi primer hijo llegó a mi vida, con esos ojos que de corazón siento nuestros, mi perspectiva cambió, especialmente después que tuve que verlo crecer de lejos. Ese día sentí tu abrazo, te imaginé aguantando las lágrimas para sostenerme y susurrarme: “Podemos con esta, no nos van a ganar”. 

Tuvieron que pasar muchos años para que entendiera que a mi también me quitaron de tus brazos. No por las mismas razones ni condiciones que viví. A mis 24 decidí buscarte. Di con el Programa Búsqueda de Orígenes del entonces Servicio Nacional de Menores (SENAME) y solicité mis antecedentes. Fui a mi citación oficial lista para tomar los papeles, hallar tu dirección y que supieras que estabas bien. “Algo anda mal”, “falta información”, “no nos entregaron los documentos”. 

Tiempo después me dijeron que existían papeles, pero que no podían entregarlos o siquiera mostrármelos. La funcionaria había anotado datos, retazos de información que componían mi origen. “Madre no compareciente”, “Casa Nacional del Niño”, “abandono total”. “No compareciente”, no te presentaste ante tribunales. ¿No peleaste por mí? ¿Supiste de mí? ¿Qué te dijeron? Cada vez que pregunto por mi origen, ausencia es lo que hay; ausencia y esas tres palabras: Madre no compareciente.

En los documentos también nombran a un abogado que apoyó a ex militantes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y también a la Embajada de Francia. ¿Te perseguían? ¿Estabas involucrada en la resistencia? ¿O simplemente el abogado no era de trigos limpios y aprovechó la maquinaria? Para ese entonces sabía que no comparecer en estos casos era algo que sucedía, pero incluso en el servicio me dijeron que era extraño no tener tu nombre en el registro. Ni el del hombre que me dio parte de su ADN. 

Aún tenía puertas que tocar y aunque me cerraron muchas en los años siguientes, como dicen por ahí: una lloradita y a seguir. Recién a mis 40, en 2024, un Juzgado de Familia de Santiago me envió mi expediente completo. No te voy a mentir, pensé que encontraría tu nombre o algún dato que nos uniera. Solo confirmé lo que ya sabía y me enteré de algunos detalles.

Me quitaron de tu vida a finales de 1984 o inicios de 1985, en plena dictadura de Augusto Pinochet, donde sus agentes robaban niñxs y lxs vendían al extranjero. Un operativo de “inspección ocular” para encontrar a una bebé robada hizo que dieran conmigo. Me encontraba en una casa de cuidadores esperando ser entregada a un matrimonio de otro país. Tú no estabas ahí y eso me asustó, me apenó, me enojó. 

Por mi estado de “abandono total” me ingresaron al cuidado del Estado. Si de algo estoy segura, y realmente espero no equivocarme, es sentir profundamente que no me entregaste, sino que me robaron. Entendí que yo también fui víctima directa de la dictadura despiadada, parte de un delito sistemático de la Junta Militar, un delito de lesa humanidad. ¿Con qué derecho me robaron a mí y a otrxs 20 mil bebés? La única respuesta que encuentro: con el mismo que desaparecieron y asesinaron a tantxs compatriotas. 

A veces me pregunto qué nombre me pusiste. ¿El mismo que el tuyo? ¿Alguno de tu madre? Realmente me gustaría escuchar esas respuestas salir de tu boca. Antes de que sea demasiado tarde. Si lees esto o si me escuchas susurrarte al viento, quiero agradecerte por parirme porque sé que no es fácil hacerlo y mucho menos sin una red de apoyo y en condiciones de vulnerabilidad. No sé cómo vivías, pero imagino que como muchas de las madres a quienes les robaron a sus hijxs en aquella época negra de Chile que dio pie a adopciones ilegales, tráfico de menores, un dolor imposible sin la gestión y el silencio de los servicios públicos.

Para la conmemoración del Golpe de Estado en 2018 bailé la cueca sola por Nalvia Rosa, detenida y desaparecida en abril de 1976, cuando tenía 20 años y un embarazo de tres meses. Bailé sola, pero sentí que me acompañabas en esas vueltas y zapateos. Por ti, por mí, por Nalvia y tantas otras mujeres vulneradas durante esos 17 años. Mujeres desaparecidas forzosamente y familias dejadas con ausencias y dolores; como yo y como tú.

Hace unos años, en 2018, me sentí más acompañada que nunca cuando encontré la Fundación Hijos y Madres del Silencio. Sus fundadoras se dedican a encontrar a familiares de personas adoptadas ilegalmente, con la esperanza de propiciar su reencuentro. Ellas me están ayudando a buscarte desde la autogestión y el amor porque el Estado no nos acompaña incluso a más de 50 años del Golpe. En la organización encontré a más personas como yo, sentí que no estaba loca y que mi sentir no era injustificado. Somos miles. Tantas mamás esperando que las llamen y les digan que encontraron a sus hijas y viceversa. Sé que nunca tendremos reparación real, porque el tiempo alejadas ya no nos lo van a devolver, pero merecemos verdad y justicia.

Hay días en que no sé por dónde partir a buscarte. Otros en que no sé si partir porque no sabría volver. ¿Dónde volvería? ¿A dónde ir sin esa verdad? Sin ti, ausencia es lo que hay; ausencia y esas tres palabras. Quiero que sepas que crecí, que tuve una buena madre y un buen padre, que estoy bien y que cuando canto, lo hago con la esperanza de que mi voz llegue a ti y la abraces.

En este Día de la Madre quiero que sepas que te quiero, te agradezco, te busco.

Con amor,

Tu hija Claudia.

Día de la madre Claudia Cantillana