Síndrome de ASIA

EL ADIÓS A LAS SILICONAS QUE ALGUNA VEZ AMÉ

Aunque la evidencia médica respecto al Síndrome de ASIA  aún es insuficiente, diversas mujeres han optado por la explantación luego de sufrir durante años síntomas que podrían estar asociados a los implantes de siliconas. Sus vidas se han visto obstaculizadas por la inflamación de su cuerpo y otras molestias que van desde dolores articulares hasta confusión mental. La historia se repite, afirman las protagonistas de este reportaje, ante una sociedad que las tacha de “histéricas” versus las posibles consecuencias de una operación que se mantiene dentro de las más cotizadas en Chile.

x Isidora Pinochet y Tomás García

Se las veía en la televisión luciendo sus pechos afirmados por bikinis extra small, en los teams de verano mirando a los veraneantes por encima de sus hombros quemados por el sol de Reñaca, en provocativos afiches publicitando cervezas y en las páginas rosa de las revistas de la época. Nadie quedó indiferente a las mujeres que por deseo personal hicieron crecer sus pechos con implantes de silicona, a inicios de los 2000

Aunque no hay cifras concretas respecto a cuántas se han sometido a esta intervención estética en los últimos años, lo cierto es que desde 2019 aumentaron también las mujeres que deciden explantarse, según la Sociedad Americana de Cirujanos Plásticos (ASPS). En Chile, figuras como Tanza Varela hicieron público durante el 2024 ese proceso.

Cuando Constanza Zalaquett (37) llegó a la consulta del Dr. B. para ponerse implantes, él se jactó de haberse negado a operar a Marlen Olivari. Supo entonces que era el indicado. Era 2007, las operaciones estéticas vivían un boom y en su mente se imaginaba a sí misma con un pecho “elegante” y sutil

Tenía 14 años cuando comenzó a notar que su seno izquierdo era más pequeño que el derecho. Preocupada, Constanza lo habló con su mamá y de esa conversación salió una conclusión: si a los 18 sus pechos no se habían desarrollado por igual, irían a ver a un doctor. 

Había una presión externa por ser perfecta”, dice sentada en su casa en el litoral central. “Siempre he sentido esa presión y por eso era tan terrible sentir que mi cuerpo no estaba bien como se estaba desarrollando”.

Fue entonces que el Dr. B le abrió una ventana: ponerse siliconas sin llegar a parecerse a Olivari ni a otras mujeres de la televisión.

Lo de cambiar para sentirse mejor consigo mismas es algo que comparten muchas mujeres. En el caso de las operaciones, explica Susana Benítez, presidenta de la Sociedad Chilena de Cirugía Plástica (SCCP), su realización está lejos de ser superficial y tiene que ver con que “la sociedad ha evolucionado hacia una aceptación mejor de la autoimagen, atreviéndose a manifestar esa incomodidad y a buscar soluciones”.

Aunque en un comienzo verse con unas mamas distintas a las que tenía (más grandes incluso de las que imaginaba) significó acostumbrarse y también sentirse “deseada, muy deseada”, los problemas anímicos, intestinales y de vista que aparecieron cuando sus implantes bordeaban los 10 años, la hacen replantear su decisión.

“No fuimos a doctores de hormonas, no fuimos a doctores del desarrollo, no hicimos nada de esas cosas que hoy, con retrospectiva y siendo madre, pienso que hubiese sido buena idea. Pero no tenía la información en ese momento. Confiamos porque el doctor me dijo que la única opción para corregir esta diferencia en las mamas era poner implantes en las dos”, explica.

Síndrome de ASIA

SILICONAS AL ATAQUE

Daniela Ramos (40) respira entrecortado mientras cuenta su historia, como si la década de travesía y dolores antes de su explantación se pudieran resumir en unas pocas frases. Los síntomas y sus diagnósticos se mezclan con fechas que se aclaran minutos después. Pero es precisa. No olvida los medicamentos ni las enfermedades que desde el momento que aumentó su busto, en el año 2010, crecieron “como una lista de supermercado”.

Fue tras cinco años de ahorros que se operó. Un sueño que había llegado a los 18 años, justo cuando quedó embarazada de su primera hija. “Me sentía súper insegura con mi cuerpo, con mi sensualidad“, recuerda. Pese a la insistencia del médico para elegir un tamaño más grande, los 225 cc que escogió durante los primeros meses cumplieron su objetivo. “Me sentía bonita, admirada. Es medio raro, pero en ese entonces me sentía más mujer”, contrasta al comparar con lo que vendría después.

Al estar diagnosticada con Graves-Basedow (EGB), enfermedad autoinmune que causa hipertiroidismo, pasar de tomar 6 a 13 pastillas en solo un mes para poder controlar la tiroides no la sorprendió en un primer momento, pero los temblores, taquicardias, bradicardias y confusiones que se sumaron a los 3 años de su entrada al pabellón fueron las primeras alarmas de que a su cuerpo le estaba pasando algo.

“Llegó un punto en que mi doctor me decía ‘¿por qué no puedo controlar tu tiroides?’ Subía, bajaba, subía, bajaba. Estuve así hasta que me explanté, el 2023”.

ZOOM A LOS IMPLANTES

La barrera de los diez años es el tiempo en que gran parte de las mujeres que dicen padecer Síndrome de Asia (​​Síndrome Autoinmune/Inflamatorio Inducido por Adyuvantes) por causa de los implantes, fijan como definitiva. Pero el proceso tampoco es fácil. Constanza Zalaquett había perdido la cuenta de las idas a la clínica por gastroenteritis e infecciones urinarias recurrentes, cuando unos pliegues en su busto llamaron su atención.

“Es porque adelgazaste mucho y la piel se apretó”, recuerda que le explicó el doctor luego de examinarla. Y entonces, la encrucijada: si sus implantes estaban bien, de dónde venía la resequedad en sus ojos, la caída repentina de su pelo, las depresiones sostenidas en el tiempo. “¿Por qué me sigo sintiendo mal?”, se preguntó de nuevo.

Ahí mismo en la camilla, y mientras trataba de procesarlo todo, el médico le ofreció un presupuesto para ponerse inyecciones en la nariz. “Era un hombre totalmente trastornado”, señala. “Se notaba como que estaba vendiendo y vendiendo operaciones. Con una visión de arreglar algo, de que ‘algo está mal y aquí vengo yo a solucionarlo’”.

Que los síntomas sean tan variados es el principal debate en torno al Síndrome de ASIA. La enfermedad, definida como “un grupo de trastornos inmunomediados que surgen en personas con predisposición genética tras la exposición a agentes adyuvantes” por la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos, actualmente no es reconocida por la Food & Drug Administration (FDA). Sin embargo, la sintomatología asociada —conocida como Breast Implant Illness (BII o enfermedad por implantes mamarios, en español)— es validada y monitoreada por el Medical Device Reporting (MDR) desde el 2008.

Aunque el consenso médico, explica desde la SCCP la doctora Benítez, se centra en la “falta de validación científica clara y de pruebas que sustenten la enfermedad”, la especialista en cirugía estética y reconstructiva reconoce que los potenciales efectos secundarios o BII corresponden a “síntomas reales reportados en miles de casos a nivel mundial”.

En Chile, el Instituto de Salud Pública (ISP) cataloga los implantes como dispositivos médicos de alto riesgo (Clase IV) —la categoría más alta, según la clasificación institucional— y hasta la fecha no existe un registro que obligue a los importadores de estos productos a reportar sus componentes ni posibles afectaciones cuando son implantados.

Síndrome de ASIA

"HISTÉRICAS"

Fue en el 2020 cuando Daniela conoció el grupo de Facebook Síndrome de ASIA. Recuerda que leyó los testimonios durante horas, sin poder creer que cientos de mujeres compartían ese vía crucis de diagnósticos que hoy se sabe de memoria: Esclerodermia. Hashimoto. Disautonomía. Uveítis. Pérdida de cabello. Acné. Colon irritable. Alergias alimentarias múltiples.

Daniela enfatiza que identificarse con el ASIA no fue automático. Sentirse validada en un grupo de desconocidas fue un shock tan fuerte que estuvo un año en negación hasta que “llegó el punto en que no lo pude ignorar porque era todo lo que me pasaba. Cada una de ellas tiene un pedacito de mí”, dice.

Toda consecuencia tiene una causa. Lo dice la historia y el método científico. Toda hipótesis requiere una confirmación. No bastaba con leer en internet o en relatos sus síntomas, era necesario encontrar la solución. ¿Pero qué hacer cuando se cierran una a una las puertas? Al igual que Daniela, Chris Méndez (32) vivió en primera persona este dilema

Aproximadamente después de siete años desde su operación, que realizó para “corregir” la forma tuberosa de sus mamas —padecimiento conocido como Síndrome de Snoopy—, la también entrenadora personal comenzó con inflamaciones constantes en los ganglios de las axilas sin razón aparente. “Todos mis exámenes (las resonancias magnéticas, las ecos mamarias, las mamografías) estaban bien”, asegura. “No tenía nada en los senos, los implantes estaban bien, no estaban rotos, no había contractura capsular, nada”.

Desde la Sociedad Chilena de Cirugía Plástica, su presidenta detalla que “hoy se exige a los fabricantes entregar advertencias claras y a los cirujanos transparentar esa información en el consentimiento informado”, pero Chris insiste en que nadie la advirtió sobre los posibles efectos secundarios.

“Cuando me operé me dijeron que los implantes eran de buena calidad, de por vida”, contrasta al recordar el sinfín de doctores que visitó para cotizar la explantación como último recurso a lo que hoy identifica como ASIA.

Pero a diferencia de la recepción abierta que tuvo cuando aumentó su busto, de 15 profesionales que visitó ningún cirujano apoyó su decisión de quitarse los implantes: “Me decían que me iba a quedar mal, como antes, que iba a quedar plana”.

LOS DOLORES DE LAS MUJERES

Quienes ya pasaron por la explantación son Daniela y Constanza. A través de la pantalla, Daniela relata que cuando salió del pabellón sus implantes tenían 13 años en su cuerpo. “A mí me cambió la vida, logré recuperar mi salud”, dice mientras explica que al año sus molestias se redujeron en un 70%. Pero pese a que agradece a la medicina por aliviar su dolor, el miedo y la incomodidad que tiene con los doctores es una secuela que aún no se borra: 

Por todo lo que pasé hasta el día de hoy me apesta ir a un médico, me carga, hasta me da fobia. Porque nunca fui escuchada, siempre me minimizaron”, admite.

Alivio como cuando te sacas una astilla. Eso fue lo que sintió Constanza cuando se vio sin “las bolsas tóxicas”. El reaprendizaje con su cuerpo no la tomó con decepción ni tristeza, “es como cuando tienes una infección en la muela y te quieres rajar la cara para sacarla. Eso sentía yo con mis pechugas”, explica.

Alumbrada por las llamas de la bosca que calienta su casa en el sur de Chile, Chris medita si es arrepentimiento lo que siente. Prefiere no responder, dice que es muy difícil, pero sí reconoce que a su yo de 20 años “le diría que hay otras maneras, que los implantes no son lo que te hace valiosa, le recomendaría trabajar su autoestima”.

Que el foco se ponga en la falta de información y no en relativizar la operación es el pedido en el que concuerdan todas las entrevistadas de este reportaje. Para Chris, sufrir los malestares asociados al Síndrome de ASIA “no es estar en contra de los implantes”. El poder, en sus palabras, es la capacidad de decidir entre un abanico de opciones: “es como fumar. Si quieres fumar, fuma, pero conociendo las posibles consecuencias de esa acción”.

No negar los síntomas, pero “llamarlos por su nombre correcto” es el llamado que hace Susana Benítez. La doctora recalca que quienes decidan someterse a esta intervención lo hagan bajo el denominado “triángulo de la seguridad”: siempre de manera informada, con especialistas y en centros estéticos autorizados. “Como Sociedad vemos que defender la salud de los pacientes significa defender la verdad científica”, concluye.

El pelo volverá a crecer con el tiempo y los dolores crónicos de a poco comenzarán a desaparecer, pero si hay una huella que queda entre quienes afirman padecer este síndrome es que fue entre ellas mismas, en una conversación entre mujeres, donde encontraron la primera validación.

“Es heavy porque no fue solamente en los médicos. En la familia, mi mamá, mi papá, mis hermanos, me decían, ‘estás loca, todas ustedes están locas, todas ustedes son de ese montón’”, agrega Daniela.

De pechos redondos y firmes, las portadas hoy promocionan bustos menos pronunciados que prometen un look más natural. Mientras tanto, las mujeres toman palco para ver cuál será la siguiente tendencia y sus futuras consecuencias en un presente que aún les exige moldearse a las modas como un camaleón.