Rezo

TODAVÍA TE REZO

Aunque pase el tiempo y el mundo cambie, las personas religiosas mantienen una práctica inclaudicable: la oración. El momento de encuentro solemne -a veces individual, otras veces colectivo- con una fuerza superior para hallar respuestas y encomendarse. Millenials y Z’s lo reinventaron con el “Amiga, decrétalo”, otros ya no veneran a Jesús pero sí a sus ídolos musicales. ¿A quién le rezan quienes no creen en un dios? ¿En qué se transformó la práctica oratoria? Aquí, tres personas ligadas a la religión y al culto a la divinidad reflexionan sobre sus modos de rezar en un mundo que pareciera creer cada vez menos.

x Florencia Rioseco Retamal

“En nombre de Dios”- dice mi abuela mientras me subo a un taxi.

“En nombre de Dios”- le respondo sabiendo que, por alguna razón, volveré a decirlo cuando esté arriba del avión. Es una frase que me persigue cada vez que voy a viajar. Una oración que repito en silencio para mí.

Mi abuela proviene de una generación diferente a la mía: ella es completamente religiosa y así lo era también -hasta la década de los 60- el 90% de la población en Latinoamérica, según el historiador experto en religiones, Luis Bahamondes. Cuando ella era joven, pedirle a Dios era un acto inherente al culto religioso, sobre todo al católico. De hecho, para hacerlo de manera sacra y eficiente, era probable que necesitara la mediación de una figura religiosa, como la de un sacerdote. 

En el presente, pedir a Dios o rezar ha diversificado sus formas, incluso dentro de quienes se sienten católicos: por un lado, ya no necesitan intermediarios y también cuestionan la institución y no se rigen por la Biblia. También hay personas religiosas que hacen mandas, pero a su vez practican yoga o meditan; otras, pese a declararse agnósticas o no creyentes, que decretan su destino.

A LOS PIES DEL CERRO SAN CRISTÓBAL

“Pedrito, ha llegado un libro nuevo”, dice un anciano. A Pedro Engel le recorre un escalofrío por el cuerpo. Es 1963, él apenas tiene 13 años y está en la única librería que vende contenido espiritual en Chile, en la calle Schiavetti número 50, a los pies del cerro San Cristóbal. 

Es que, desde siempre, la manera en la cual Pedro se ha conectado con Dios es a través de la literatura. Kafka, Borges y Shakespeare representan para él una puerta hacia el cielo y la espiritualidad, y le han “salvado la vida” en grandes crisis y depresiones.

Pero no es lo único que hace para sostener una vida espiritual. Todas las mañanas realiza cánticos de gratitud. Cuando le pregunto de dónde vienen esos cantos, esperando que me responda “de India, de China o de un pueblo amazónico del Brasil”, él solo responde: de mi corazón”. Tiene una fe inquebrantable. No cree en un Dios masculino, sino en la Trinidad y no es la católica. Es la suma de Dios + Padre + Infante, una sola deidad que encarna al Gran Espíritu. 

Si ese Gran Espíritu es arquitecto de este destino, entonces podría decirse que el hombre de pelo cano y pañuelos llamativos llegó a la astrología de la mano de lo divino. Se atendió con el psicoanalista chileno Gonzalo Pérez, quien le presentó la astrología como una práctica para el desarrollo de su autoconocimiento. Entonces, acumuló libros, siguió estudiando -hasta hoy se considera un aprendiz de todo- y llegó a la televisión, convirtiéndose en el Pedrito Engel que en la calle todas las personas reconocen.

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Gráficas por Marco Antonio Núñez (@marcoestuvoaquí).

Y no solo eso: también hace clases virtuales. El 99% de sus estudiantes son jóvenes y está seguro de que se debe a una suerte de “crisis mundial”. “Pienso que todo entró en crisis; las religiones, la política, la sociedad. Entonces la gente joven (…) reivindicó estudios tan antiguos como la astrología, que tienen miles de años y los de la filosofía de los primeros tiempos, de los presocráticos, de los filósofos físicos”, explica.

Los estudios más actuales sobre religión le dan la razón. Las instituciones religiosas, políticas y culturales están en crisis y, desde los años noventa hasta la actualidad, la restauración de los sistemas democráticos en Latinoamérica han permitido que ingresen a Chile nuevas corrientes y formas de creer y rezar, sobre todo provenientes de Asia, como el yoga, la meditación, el reiki y el tarot. Eso, sumado al auge de las nuevas tecnologías y las redes sociales, ha provocado que prácticas religiosas distintas a las cristianas formen parte de la cotidianeidad física y digital.

El vicepresidente de la Asociación de Cientistas Sociales de la Religión del Mercosur (ACSRM) y académico de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, Luis Bahamondes, indica que en nuestro territorio existen “diversas formas de vincularse con lo sagrado”. Rezar es una de ellas y también se suman otras prácticas: el cuidado del medio ambiente, el veganismo, el fenómeno de la autoayuda -y todos sus best sellers en nombres como Pilar Sordo o Paulo Coelho-, así como el consumo de Ayahuasca o peyote, los temazcales y el neochamanismo. Estas prácticas, “comienzan a dotar de sentido la vida” de las personas, lejos de la tradición cristiana propia de Latinoamérica.

METAFÍSICA O "4 EN 1"

Krishna estaba bailando y fue tan absoluta su alegría que se desvaneció en el mundo”, dice María Delirio (34), seudónimo y nombre artístico de María Pinchulef. Es mapuche y sus creencias se enmarcan en la cosmovisión del pueblo originario. Sin embargo, antes también fue católica.

Krishna es una de las deidades más importantes de la religión hinduista y la encarnación del dios Vishnu. María Delirio conoce esa y otras historias y divinidades religiosas. Es una persona curiosa. Eso sí, dice que nada la conquista por su temperamento rebelde, mucho menos una institución de fe.  

Hace un par de años, mientras vivía en Ciudad de México, encontró un libro. Se trataba  de Metafísica 4 en 1” publicado por Conny Mendez (1898-1979), una compositora musical venezolana que transformó el esoterismo de su época fundando el Movimiento de Metafísica Cristiana de Venezuela. 

Su filosofía se basa en la relación directa entre pensamiento y materia, es decir, entre mente y realidad. Allí es donde la famosa frase “decrétalo para que suceda” adquiere sentido. Bajo esquemas tales como “el principio del mentalismo”, la autora venezolana sostiene que “cada palabra que pronuncias es un decreto. Sin alejarse del cristianismo -pues el destinatario de la oración siempre es Dios Padre-, sí se distancia de ideas católicas como la culpa, el castigo y el pecado. 

4 en 1” explica cómo funciona la idea de la energía, particularmente la del cuerpo. Al decretar determinadas frases, esa frecuencia se modifica. María Delirio resuena con esa creencia porque trabaja como terapeuta corporal y conoce las particularidades de su cuerpo. Lo relaciona con estudios que se han hecho sobre el agua. 

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Gráfica por Marco Antonio Núñez (@marcoestuvoaquí).

“Cuando le hablas al agua de una manera, la determinas. Lo mismo pasa con la frecuencia que emana de tu cuerpo. Tiene que ver con el ritmo cardíaco y con la respiración. Si respiras desde la angustia, mandas una frecuencia súper diferente a la que tienes desde la calma. Cuando lo aterrizo así es menos hippie que decir “vibro alto” porque es concretamente una frecuencia que emana tu cuerpo”, explica. 

El libro también entrega fórmulas concretas para que la humanidad conecte con ciertas frecuencias; una especie de lista de negaciones y afirmaciones pertinentes a situaciones específicas: “frente a una enfermedad propia o ajena”,“frente a todo temor” o “frente a toda tristeza”.

Una de ellas dice así: Niego la propia existencia de esta tristeza (pena o depresión) Dios no la autoriza. Borro en mí toda tendencia a la negatividad. No la necesito. No la acepto. Dios es dicha, gozo, alegría. Yo soy dicha, gozo, alegría Gracias Padre por… (comienza a enumerar todo lo que tengas, hasta lo más insignificante)”. 

En eso cree hoy María Delirio. “Empieza como un juego. Por ejemplo, anoto el decreto de la felicidad infinita (…). Lo que dice (el libro) es que tú no pierdas confianza en el decreto. Si tú lo decretai con las palabras, ya está. Dudar de la hueá lo quiebra, entonces vai de frente con eso”. 

REZO POR VOS

“Y curé mis heridas y me encendí de amor y quemé las cortinas y me encendí de amor, de amor sagrado. Entonces, rezo”, dice Charly García en su canción ‘Rezo por vos’. 

El auge de las nuevas filosofías en Chile y el continente latinoamericano no han borrado las creencias propias del territorio. Rezarle a personas o elevar sujetos profanos hasta transformarlos en santos no es extraño. En Argentina, por ejemplo, se habla de la “Gilda de los milagros”. Miles de personas le rezan a la cantante de cumbia y bailantas después de que falleciera en un accidente de tránsito el 7 de septiembre de 1996. 

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Gráficas por Marco Antonio Núñez (@marcoestuvoaquí).

“Y en Chile, tampoco olvidemos, que una parte importante de los fusilados a pena de muerte por haber cometido asesinatos seriales son santos populares”, sostiene el académico Luis Bahamondes, “Dubois, que es uno de los primeros asesinos seriales, tiene su tumba en Valparaíso y la gente le pide favores y le reza mandas. En el caso de Santiago también están Francisco Cuadra y Luis Osorio”. 

En ese contexto, lo popular juega un rol preponderante: Émile Dubois fue un francés radicado en Chile que solo asesinaba extranjeros corruptos y jamás a personas chilenas. Cuadra y Osorio, sin embargo, presentan una situación más preocupante: son feminicidas de tres mujeres en Avenida España, en Santiago. 

EN ALGO HAY QUE CREER

En relación a creencias religiosas se cruzan todos los límites posibles. Cualquiera diría que, desde el catolicismo, no es posible rezarle a asesinos, narcotraficantes, ni siquiera a cantantes o futbolistas cuando la verdad es que Latinoamérica es la tierra de los cruces y a cualquier santo -si concede milagros- se le reza. 

“Es tranquilizador pedirle a Dios”, me digo. 

Pero también me pregunto si es que no será una estafa o, peor aún, una relación religiosa hipócrita que aparece solo cuando tengo interés en mi bienestar o supervivencia. No conozco otra manera de relacionarme con el mundo que no sea pidiéndole a ese propio mundo que me ayude cuando lo necesito. Puede ser a Dios o -lo que está más de moda últimamente- al universo, en una especie de ejercicio metafísico. Cualquiera sea el ente superior o divinidad, siempre que deseo que algo ocurra me encuentro a mí misma en una conversación íntima pidiendo por una bendición

Como hija de lo millenial, además, ocupo todos los recursos que tengo a mi haber: hago mantras, le he dejado dulces a Elegguá -un Orisha que abre caminos- y cuando me pego en una rodilla o me entero de algo sorprendente siempre exclamo: ¡Dios mío! 

En algo hay que creer, ¿no?