(Y CAÍSTE AL SUELO)
Se popularizó entre las personas jóvenes y así como creció su consumo, pronto desapareció de las canciones y de los noticiarios de televisión. Eso sí, el Tusi sigue corriendo en los carretes y las fórmulas son tan variadas como sus colores. Aquí, los efectos, viajes y consecuencias en palabras de quienes cocinan y consumen la llamada “coca rosa”. Es que la sensación de pisar las nubes nunca estuvo tan cerca del suelo.
x Tomás García Álvarez
-No, no me pega.
Treinta minutos pasan desde que Rayén (32) consume una pasti (MDMA), pero cómo siente que todavía no le hace efecto o que simplemente eso no va a pasar, le toca el hombro a un chico que está delante de ella. Hace un rato lo vio jalando Tusi. Se le acerca al oído para preguntarle si vende, la música del escenario no los deja escuchar bien.
Una fiesta de Santiago celebra su primer año en el Teatro Caupolicán y sobre el escenario están los mejores djs y artistas del perreo y neoperreo. Cuando ya tiene en sus manos una bolsita, busca en el suelo algún cartón. No le gusta usar tarjetas ni las llaves de la casa. Lo enrolla para armar una pala y cuando está lista la hunde en el polvo rosado.
-Vamos a cachar cómo está.
Luego vuelve a bailar.
Fue en 2016 que la policía chilena detectó el Tusi por primera vez y ya en 2022 se transformó en una de las drogas más requisadas en el mercado de narcóticos, según el Observatorio del Narcotráfico en Chile. Su masificación se debe principalmente a la facilidad de mezclar sus componentes. Claro que obtenerlos no es fácil. Hay que tener redes. Contactos en la calle.
Paloma (31) entró al negocio en 2019. Ese mismo año probó el Tusi carreteando en el Espacio Riesco, pero su acercamiento más directo fue a través de un hermano de la calle. Un día llegó hasta su casa y la convenció de que quería mezclar el polvo. Hacer Tusi.
Una mala jugada, debutando como monrrero internacional en Uruguay, lo llevó hasta la cárcel de Tacumbú y adentro había aprendido cosas. Los códigos de la prisión, pero también la receta del Tusi de la boca de dos parceros que compartían celda con él. Así aprendió ella: mirando, echando a perder. Levantando la nariz para oler primero y luego para consumir.
“Al principio, algunos molían pilas y le echaban cafeína para deportistas. Yo aprendí a la vieja escuela: secando la keta”
-cuenta Paloma.
El Tusi lleva Ketamina (cada vez más popular en las fiestas) y MDMA por definición. El primero es un potente anestésico y la composición química del segundo se asimila a los estimulantes y alucinógenos. Juntos son una bomba. Todos los cocineros le agregan colorantes y saborizantes para alimentos, por eso su versatilidad. Paloma le suma Keratina y un ingrediente estrella para evitarle molestias a la nariz.
“Hay personas hacen el menjunje, le tiran el color, el sabor y les sale como una masa Play doh. Después lo hacen polvo. Pero yo sé que la temperatura mata muchas cosas como el MDMA. Y que el LSD a temperatura o a la luz se evapora y no sirve”, dice.
Pero Paloma también cuenta que para agrandar el polvo hay quienes le echan lactosa y para volverla más adictiva usan Fentanilo, una potente droga que mantiene en alerta sanitaria a Estados Unidos y que ya se mueve en Chile.
“Te deja más mongola porque es como la keta, pero más inyectable. Te vienen espasmos musculares, deshidratación, dolores de cabeza. Si te pones el tusi en la lengua y se duerme como si fuera cocaína, entonces quiere decir que tiene Fentanilo”, específica Paloma.
Después del estallido social, y ya sabiendo cocinar, decidió irse a Coquimbo. Es que quería alejarse de las drogas. A esas alturas su hermano cocinaba con un kit de camping a escondidas de sus papás. Mezclaba ketamina, cafeína, a veces pastillas de viagra molidas para darle más intensidad al polvo.
“Las recetas eran horribles en Coquimbo”, así que ella se encargó de conseguir los componentes pisando la calle, con las credenciales de su hermano, y se lanzó a cocinar.
Usaba la misma sartén con teflón que tenía en la cocina, pero después comenzó a hacerlo a baño María. Se hizo de amigos, redes que le compraran y volvieran a pedirle un par de gramos. Hasta que tuvo su receta y ahí el negocio estalló.
“Llevaba dos meses allá y con las ganancias me arrendé una casa sola. Me movilicé y haciendo puras manos rescatadas de mi hermano”, aclara Paloma. “Al principio, hacer Tusi me salía $3.000 y yo lo vendía a $15.000. Era el medio negocio, pero tenía la otra parte: hacía 40 gramos y me jalaba o regalaba 20. Es una por otra”.
Pancha (29) está sentada en el suelo de su pieza. Elige el techno para relajarse. Antes de contar sobre sus viajes, recita la historia de la droga. Más o menos, lo que se acuerda. Habla sobre el farmacéutico Alexander Shulgin. Cuenta que la idea era crear una fórmula estimulante. En 1974 la sintetizó por primera vez. Que el 2C-B no deja daño cognitivo. Que es muy parecida a los efectos del LSD y el MDMA. Opina que podría ser la droga perfecta. Lo era, quizás, hasta que empezaron a hacerla como les salía mejor. Con componentes baratos y otros no tanto. Una mala imitación, pero con suculentas ganancias tal como comentaba antes Paloma.
“El Tusi puede ser una hueá muy amable, pero aquí se cocina con cualquier cosa”.
-aclara Pancha.
Las historias que está por contar se cruzarán como si fuera una película. Una del controversial Gaspar Noé por la temática o una de González Iñarritu por los intertextos. A Pancha se le viene a la cabeza La Cueva. Está en Ecuador, parada en medio de una pista de baile, atravesada por luces de colores que van y vienen, que palpitan, en la oscuridad de un antro que a ratos parece atraparla. La música que sale de un par de parlantes más altos que ella envuelve la escena. Hace veinte minutos atrás consumió Tusi. Cree que “es del bueno”. Puro, sin pateaduras. Lo confirma cuando comienza a sentir “que su mente se expende” y de a poco se encuentra fuera de la realidad.
¿Cómo fuera de la realidad?– le pregunto, y ella contesta que es como una especie de “claridad cerebral”.
Se ve bailando efervescentemente, siguiendo el ritmo, pero luego es otro el paso que marca en La Cueva. Siente que tiene dos Panchas en una. Como un monito animado que se desdobla y que repite lo que hace el otro o, al revés, hace todo lo contrario. Entonces, pierde la percepción de lo que es real y lo que no.
Hay siete personas a su lado que bailan con ella. La Pancha cierra los ojos y siente que la vista se le va, se prende y apaga como una televisión. Alucina. Se le va la señal. Ve imágenes, colores disueltos y cree que en cualquier momento se muere de sobredosis, por haber consumido tanto, por haber mezclado el Tusi con alcohol y Popper.
“Esta hueá te manda a la mierda porque tu cabeza genera otra realidad”.
De vuelta en el Caupolicán, Rayén me dice que no sabe cómo encontró al grupo después de ir al baño. Que todo el camino sintió que pisaba huevos o que caminaba como queriendo no pisarlos y que sus pies parecen de algodón o el suelo tiene un parecido a las nubes. Nunca las ha pisado, aclara, pero cree que así se debe sentir.
Hace un rato me dijo que se desdobló “o algo así”. “Yo movía el culo, pero mis piernas eran las que se movían. Iba para un lado y mi cuerpo iba para el otro”, cuenta.
Eso se cataloga como entrar a un “hoyo-k”, es decir, sentir una permanente distorsión del cuerpo. “Mea volá, me pegó bien”- confirma antes de volver a raspar la bolsita con la pala de cartón.
Las sensaciones que experimentaron Pancha y Rayén son más que comunes. En 2022, un informe de la Fiscalía Nacional ubicó en distintos niveles el consumo y sus repercusiones. Una dosis baja de Tusi genera en el cuerpo efectos estimulantes, además de un aumento de las sensaciones visuales, táctiles y auditivas. Con una dosis moderada se pueden experimentar alucinaciones y la escala sube cuando se trata de una dosis alta o muy alta: algunas personas han llegado a sentir taquicardia, hipertensión y alucinaciones que derivan en delirios.
Se pega unos pases para estudiar, jugar videojuegos y carretear. Fabián (24) probó por primera vez el Tusi mucho antes de que los artistas de Trap lo incluyeran en sus canciones. El porro a los 13. La cocaína a los 17. Fue una noche en el departamento de un amigo: el efecto le duró casi 30 minutos. Con el tiempo se hizo amigo de un parcero que le suministra polvo rosa frecuentemente y que distribuye desde Las Condes hasta El Bosque. Nunca ha revelado su receta, pero él identificó los ingredientes. Dice que de seguro lleva un poco de fentanilo. Desloratadina, también.
“El Tusi me mantiene concentrado y me sirve para sentir cosas”, cuenta Fabián y luego profundiza. “Me motiva la mente y me saca la perso. Nadie me enseñó a ser más extrovertido”.
Con sus amigos compran generalmente diez gramos de Tusi y los dividen por días carreteados. Por dos, incluso tres. Todos consumen, unos más que otros. Fabián recuerda que hace un tiempo un amigo “estuvo muy pegado con los pases” y que llegó a convulsionar mientras la mamá lo reanimaba de tanto que había soplado. Pero él dice que puede controlar su consumo: un gramo al día. Pocas veces se pasa.
“No caché cuando se me volvió de consumo diario porque igual empecé a pegarme puntazos en los carretes, ahí era bastante. Pero ahora lo uso más para los juegos”, cuenta.
Cuando conversamos en una plaza del centro de Santiago, Fabián me comentó que una noche consumió Ketamina. Quería relajarse y el Tusi no daba para tanto. Pero la droga lo llevó a un estado de disociación desagradable que no le gustaría repetir. A una ansiedad extrema que no lo dejó dormir. Son los riesgos del consumo que muchos conocen, pero que pese a todo, según dice, saber mantener a raya.
“Si no podis controlarlo, mejor no te metas con las drogas”- analiza Fabián.
Paloma empata que finalmente el consumo actual, especialmente del Tusi ,“sirve para salir de toda la exigencia social” y que eso es lo que buscan las nuevas generaciones.
“Empezó el apogeo de la pila y el Tusi y nos tiene en un estado de cero conciencia. Te abstrae de la realidad. Fue irse para adentro, individualizar a las personas y no pensar en la comunidad”, comenta Paloma.
¿Y tú te sientes responsable de eso?– le pregunto de vuelta.
Me da un debate moral. Me cuesta decir algo porque igual es mi culpa. Yo abrí la llave y si es que la cerré, quizás de mi parte ya no consiguen hueás, pero la siguen buscando. Al final, yo creo que si vay a consumir, házlo con responsabilidad, cuando te sentis bien y con gente que te quiere.
Si necesitas ayuda para enfrentar tu consumo de drogas llama al 1412 (Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol) o sigue a lxs chicxs de @reduciendodano.cl para obtener más información sobre consumo responsable.