NONA FERNÁNDEZ Y LA CÁRCEL DEL COMANDANTE RAMIRO:

"YA ESTÁ, EL HOMBRE YA PAGÓ"

La escritora chilena presenta Marciano, una novela inspirada en las conversaciones que mantuvo durante los últimos tres años con Mauricio Hernández Norambuena. Una biografía afectiva y emocional del exfrentista y líder del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) en la que la autora mezcla recuerdos con escenas imaginadas y plantea discusiones irresueltas sobre el pasado reciente. “Muchos seguimos considerando que esta democracia se articuló a partir de la impunidad y ellos no tuvieron miedo en decirlo. Si era el momento o si era pertinente, es parte de una conversación que no hemos tenido”, reflexiona.

x Julio César Olivares

El atentado fallido a Pinochet en Cajón de Maipo, el secuestro de Cristián Edwards, la autoría intelectual del asesinato a Jaime Guzmán, la cinematográfica fuga por los aires de una cárcel de alta seguridad. La historia del comandante Ramiro, emblema de la lucha armada en los ochenta y los noventa, ha estado marcada por la épica de sus acciones y lo mítico de su figura. Sin embargo, tras visitarlo cada viernes durante los últimos tres años en la cárcel de seguridad de Rancagua, donde cumple condena por los crímenes de Edwards y Guzmán, Nona Fernández decidió escribir sobre Mauricio Hernández Norambuena, el hombre detrás del personaje.

En Marciano (Penguin Random House, 2025), la narradora, actriz y dramaturga detrás de libros como Mapocho y La dimensión desconocida, realiza una biografía afectiva y emocional de uno de los jefes del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), con las armas de la memoria, la crónica y la ficción.

A través de recuerdos, de escenas imaginadas y de otras derechamente inventadas, Marciano -que toma su título del sobrenombre infantil del protagonista- describe los sueños, las convicciones y los balances que hace un sujeto que decidió, a los 20 años, tomar las armas y desafiar a la dictadura; que se mantuvo en pie de guerra subversiva en los noventa y que cayó detenido en Sao Paulo en 2001 tras secuestrar a un empresario brasileño.

El libro nació cuando a Fernández se le encargó escribir el guion de lo que sería una serie sobre el FPMR, con foco en Ramiro. Y aunque se hablaba de tres temporadas, de ofrecerla a algún gigante del streaming y de buscar a Pedro Pascal para el rol protagónico, el proyecto no prosperó. No obstante, cautivada por el personaje, siguió acudiendo para conversar con él en sesiones de hasta cuatro horas.

“Esperaba encontrarme con el guerrillero, el fusilero que se escapó, el frentista que tenía instrucción militar. Y no es que no me haya encontrado con eso, pero Mauricio es un ser que desborda al comandante Ramiro, es infinitamente más que él”, cuenta la autora en conversación con Revista Efecto.

Articulado en 11 encuentros entre “N”, la escritora, y “M”, el protagonista, Marciano se estructura sobre un diálogo entre ambos desde el que viajan al pasado, recrean momentos, sueños, convocan a vivos y muertos, como sus compañeros, el comandante Rodrigo (Raúl Pellegrin) y la comandante Tamara (Cecilia Magni).

“No es que el frentista no me hubiese cautivado, pero si yo me quedé ahí fue por la seducción que ejerció sobre mí esa psiquis. En el encierro él vive en un tiempo detenido, donde el pasado es protagonista, donde ayer y hoy tienen el mismo estatus, tal como la realidad y la ficción. Y lo hace lúcidamente. No estoy hablando de un caballero gagá, sino de uno que utiliza herramientas de sobrevivencia”.

¿A qué te refieres con esas herramientas de sobrevivencia?

En el encierro el pasado está vivo, se visita mucho, se organiza a tal punto que si le preguntas a Mauricio sobre un día determinado, él puede hablarte de ese día con detalle. Ha organizado ese relato y lo ha escrito en su cabeza. Pero, además, Mauricio no solo visita el pasado, sino que imagina cómo hubiesen sido las cosas con ciertos giros. ¿Qué hubiera pasado si Tamara hubiera estado en el atentado a Pinochet? ¿O si él hubiese participado del asalto a Los Queñes [donde murieron tanto ella como el comandante José Miguel]? Es pura imaginación. Es usarla como una estrategia de sobrevivencia.

De alguna forma, lo que él te cuenta no es tanto lo que pasó, sino más bien lo que él imagina que ocurrió.

O lo que él ha decidido que ocurrió. Su memoria funciona como la de todos los seres humanos, cuando consciente o inconscientemente clausuramos un recuerdo a la pinta de lo que queremos o de lo que necesitamos. Lo que recordamos es la ficción que hemos construido de ese recuerdo, que por supuesto proviene de un hecho objetivo: ocurrió. Pero nuestra percepción la hace movilizarse a lo que necesitamos o queremos recordar.

En ese sentido sería imposible replicar la historia desde la no ficción pura. ¿De ahí viene tu interés por abordar su vida a través de una novela?

Es que, ¿qué es la realidad también? Creo que el tiempo y la realidad que habita Mauricio explotó, está desbaratada y es muy difícil distinguir lo real de lo ficticio. En el tiempo del encierro los límites son muy líquidos. Todo está revuelto.

Mi misión fue organizar el desorden de este archivo enorme que es Mauricio y su testimonio, intentar estructurarlo. Y el orden que armé, que es Marciano, está instalado en el lugar de la literatura. Me tomé licencias chicas e inofensivas para popear un poco con la historia. Hay cosas que él no me dijo de esa manera. De hecho nada me lo dijo de esa manera, él no habla así. El libro pretende ser un retrato ficcionado de Mauricio.

Nona Fernández Marciano
Foto por Mila Belén.

¿Te costó hallar el espacio de cercanía o de distancia que debías tener con él para acceder a sus recuerdos?

Tuve su autorización para escribir todo aquello que circulara en nuestras conversaciones. Él nunca iba a decir algo que no quisiese que me apropiara para el libro. Incluso cuando sentía que se estaba yendo de madre, le decía: “Ojo, soy la señora que escribe”. Pero él sabía muy bien lo que estaba haciendo conmigo, probablemente mejor que yo con él.

Mauricio sabe que tiene la posibilidad de entregar el testimonio de su tribu. Entonces siempre tuvo una buena disposición para hablar y con el tiempo fue abriéndola a su propio ser.

Además, como amante de la literatura entendió que yo quería hacer una novela y me dijo: “Si puedo llegar a ser un personaje literario, haz lo que quieras. Me parece bien. La literatura me ha salvado la vida. Es lo mínimo que puedo hacer por ella”.

CABALGAR EN EL TERRENO DE LA MEMORIA

En el libro también asumes las voces de otros integrantes del Frente, algunos muertos hace décadas. ¿Por qué decidiste abordarlo así?

Es que eso me sedujo completamente de Mauricio: sus muertos están muy presentes en su vida. Él era reticente a abrir esa puerta, pero en algún momento me reveló que conversa con ellos. 

Tamara, por ejemplo, siempre estaba muy presente en los momentos dolorosos, porque en su vida fue una figura contenedora, como una hermana mayor. “¿Cómo vas a estar ahí botado, como los hueones, llorando?”, le decía ella en la cárcel. Esas son estrategias psíquicas y él las tiene muy claras. No es que enrede la situación y crea que los muertos lo visitan. Creo que la celda que habita y que ha habitado durante todo este tiempo es una extensión de su cabeza, y tuve la posibilidad de entrar a un pedacito de eso. Eso es lo que me alucinó.

La historia de Ramiro y del Frente se ha abordado desde el cine, el periodismo y otras áreas, muchas veces con foco en los momentos de mayor tensión. ¿Por qué tu propuesta incluye saltarse muchas de esas escenas de acción u otras ya conocidas?

Es que la historia milica me da una lata tremenda. Mauricio me decía que sin esos elementos la historia no se entiende, porque el Frente era un brazo armado con instrucción militar. No podía borrar eso, me decía. Pero para mí, la historia de acción -que es parte del Frente, no vamos a decir que no- no era el énfasis. A mí lo que me interesa es ese trenzado de afecto que sustentó a un grupo humano para llegar donde llegaron. Un trenzado que dura hasta el día de hoy, al punto que si Mauricio ha soportado el presidio como lo ha hecho, es porque sus hermanos muertos lo ayudan. Y los vivos también, en lo que puedan. Hay una conexión que nunca se soltó. Y creo que es muy difícil que nosotros la comprendamos en la contemporaneidad. Esos lazos ya no existen.

Has planteado que crees “en los retazos de recuerdos, en la imaginación que se completa frente al vacío, en el vértigo de enfrentarse a un pasado imposible de retratar“. ¿Cómo dialoga eso con la idea de escribir un libro de 500 páginas sobre Mauricio Hernández Norambuena?

Es que creo que la única manera de escribir la memoria o de tratar de componerla es comprendiendo que es imposible, que todo lo que vamos a hacer siempre es un intento. Las memorias son caprichosas, porosas y mentirosas, de manera hasta inconsciente. Cuando conocemos el material nos damos cuenta de que es imposible estructurar un relato claro. Lo bonito es que es un pastiche hecho de muchas versiones, de muchas realidades, de distintos relieves. Pero hay que saberlo y seguir intentándolo. Es un material riquísimo en el que nunca vamos a terminar de cabalgar.

Nona Fernández Marciano
Foto por Mila Belén.

EL LUGAR DE LOS FRENTISTAS

¿Las conversaciones con Mauricio te permitieron hacer alguna relectura de la historia de Chile?

Hay un pedazo de la historia que ha sido clausurado, invisibilizado, encerrado. Es casi de Perogrullo, pero todavía nos levantamos y nos acostamos con la Constitución de Pinochet. Todavía tenemos que decir que los derechos humanos son importantes. Hay candidatos a la presidencia que no lo creen y quizás sean electos. Siento que estamos en una especie de trampa temporal, un poco encerrados. Me di cuenta de que Mauricio es una especie de metáfora de ese encierro y de ese castigo.

¿En qué sentido?

Hay una historia transicional que no hemos terminado de masticar, la impunidad con la que se armó esta democracia. Mauricio, de alguna manera, está preso también por eso, porque hubo un grupo de personas que tuvo una claridad muy grande en relación con que esta democracia se empezó a articular a partir de una impunidad bestial.

Tal vez por eso, los exfrentistas suelen ser personajes incómodos en el relato oficial y muchas veces no es claro dónde ubicarlos. ¿Crees que, después de conocer a Mauricio, estás más cerca de entender qué lugar tienen en la historia?

Ellos no tuvieron miedo en denunciar este pacto siniestro con la memoria y la muerte. Si era el momento o si era pertinente es parte de una conversación que no hemos tenido. Lo importante es asumir que fue así. Porque esta sociedad todavía no asume la ferocidad de la transición y sería mucho más limpio y conveniente para el futuro que podamos comprenderlo todo. Si no era fácil conseguir las cosas para los viejos que ayudaron a construir la democracia. Evidentemente no era fácil. Pero pongamos todas las cartas sobre la mesa, no solamente algunas. Así podemos al menos tener opinión al respecto. Pero este es un tema del que nos han clausurado la opinión. Dicen que son criminales, que son todos criminales. La reflexión ha quedado fuera.

Pienso en el Presidente Boric, que reivindicó la figura de Hernández Norambuena en 2018, pero tuvo que desdecirse cuando fue candidato presidencial. O semanas atrás, cuando la derecha amenazó con no aprobar el presupuesto de cultura si se realizaba el acto de relanzamiento de las memorias de Mauricio en el Parque Cultural de Valparaíso.

¡Y es un acto cultural! Por supuesto que todo acto cultural es político, porque el arte es un espacio de resistencia ante la locura en que vivimos. Ya detenernos a escribir, leer o a reflexionar en este mundo de mierda es un acto político de resistencia. Pero, claro, acá está la figura de Mauricio y queda la cagá. ¿Y por qué? Es un libro. El hombre no se va a fugar, nadie está hablando de levantar las arma.

¿Qué lugar ocupa para ti el Frente en la historia?

Es una agrupación importantísima de jóvenes muy jóvenes que, a partir de un trenzado de afecto y de pasión tremendo, fueron capaces de arriesgar su propia vida por un bien superior a ellos mismos, en un momento donde la población estaba siendo arrasada. A la luz del tiempo, eso lo observo con mucha admiración.

Y siento que es un ejercicio marciano en la actualidad, en la sociedad en que vivimos, en la manera atomizada en que nos desarrollamos. Que un grupo de jóvenes se organice al nivel del Frente, que trencen sus afectos de esa manera, que suspendan sus vidas como lo hicieron por algo que podía ser bueno para todo. Eso ya no existe, no va a existir. En estos tiempos de incertidumbre y desánimo, nadie tiene la capacidad de tener esa entrega por nada.

Pero al mismo tiempo hay ciertas acciones del Frente que te generan lejanía, como los secuestros (“si sé más detalles de esto me voy a enfermar”, escribiste en Marciano)

“Sí, me da nervios, es un gran tema. Quiero decir que Marciano no es un libro laudatorio del Frente ni un homenaje a Mauricio. Hay cosas que admiro profundamente y otras que no comparto. Este es un libro que solamente intenta poner problemas. Y esos problemas son los que tenemos como sociedad respecto a este pedazo de historia, que no terminamos de pensar, no logramos entender”.

Para mí también siempre ha sido un ruido: ¿Hay incomodidad? Por supuesto que hay incomodidad, si la historia no es limpia, no es higiénica, pero hay que hacerse las preguntas y ponerse a pensar, no esconderlas como ha hecho este país.

LA VENTANA DE MAURICIO

Entre los casi cuatro años que cumplió en la Cárcel de Alta Seguridad (CAS) de Santiago antes de escaparse por los aires, los diecisiete años que estuvo preso en Brasil por el secuestro y cautiverio del empresario Washington Olivetto y los otros seis que ha sumado desde que fue extraditado a Chile en 2019, Mauricio Hernández ha pasado encerrado más de la mitad de su vida adulta.

Los peores momentos, probablemente, los vivió en tierras cariocas, donde fue castigado a un régimen carcelario especial, recluido en una celda de 2×3 metros durante 23 horas diarias, con una hora de patio en solitario, siempre en estricto aislamiento. Un régimen que por la norma internacional carcelaria, apunta Nona, no puede ser superior a un año. Mauricio estuvo 17.

Ha pagado con creces sus delitos”, reflexiona la autora de Marciano. “Hay cosas que en el libro no cuento porque creo que sería revictimizarlo y ponerlo en un lugar que no le gusta, pero son situaciones brutales. Fueron 17 años de pura tortura”, dice, recordando también que el tiempo que pasó encerrado en Brasil no fue restado de su condena en Chile, por la que deberá estar hasta el 2046.

En las últimas semanas, la escritora no ha podido visitarlo. A mediados de agosto, Hernández fue dado de alta del hospital de Gendarmería, aquejado por distintas complicaciones de salud, pero en vez de regresar a su celda en Rancagua fue llevado a la ex CAS y permaneció ahí casi un mes. No le dieron razones a su familia ni a su defensa jurídica, retrocediendo así en su régimen carcelario.

“Los presos tienen derechos -recuerda Nona-, por muy incómodo que sea el personaje e independientemente de lo que uno piense de él. Yo creo que ya está, el hombre ya pagó”.

Nona Fernández Marciano
Foto por Mila Belén.

Describiste momentos en que Mauricio se imagina distintos escenarios de cómo podrían haber sido las cosas. Viendo como han sido sus últimas décadas, en esa reimaginación del pasado que hace, ¿crees que haya algo de arrepentimiento?

Esa es una pregunta que no puedo responder por él. Puedo ensayar algo a partir de nuestras conversaciones y creo que no está arrepentido de lo que hizo, para nada. Pero sí ha observado y evaluado, tiempo ha tenido. Hay cosas que se podrían haber pensado mucho mejor, sobre todo pensando en la democracia, a partir de los noventa, donde las cosas agarraron una velocidad trepidante y había poco tiempo para la reflexión. Si eso es arrepentimiento o no, no lo puedo decir, pero sí sé que él ha evaluado y reevaluado y remirado su historia. Está orgulloso del Frente y de su trabajo en el Frente, pero eso no quiere decir que no haya reflexión y evaluación también. ¿Volvería a entrar al Frente? Por supuesto. ¿A empuñar las armas? Por supuesto que sí, en ese contexto. ¿Ahora? No, ahora no.

¿Cómo ve hoy el presente?

Mauricio no es un ultrón detenido en los años setenta. Tiene claro que la revolución socialista no ocurrió, aunque piensa que hay que seguir insistiendo en algo, apuntando a los mismos objetivos: una sociedad más justa, cariñosa e igualitaria. La pregunta es el cómo y él se la sigue haciendo e invita a hacérsela también desde la creatividad y la imaginación. Pero no tiene la respuesta. Él ya fue protagonista, ahora es el turno de otros.

En su celda, Mauricio tiene una ventana chiquitita donde ve amanecer todos los días. Y es lindo porque sale el sol y piensa “Ya, un día más, hay que intentar algo, hay que intentarlo”. Si el hombre de la celda piensa eso, imagínate nosotros. Todos los días amanece, todos los días tenemos la oportunidad. ¿De qué? Bueno, inventémoslo.